A días de la elección del 26 de octubre, notas breves sobre la elección del 7 de septiembre de 2025
JAIME FARJI (Economista especializado en administración y finanzas públicas, integrante del IPyPP y del equipo de Coyunturas)
El domingo 7 de septiembre de 2025 se celebraron elecciones legislativas en la Provincia de Buenos Aires. En el cuadro siguiente se presentan los votos obtenidos por cada partido o alianza, en las categorías de Senadores y Diputados provinciales, comparados con los de las dos elecciones anteriores[1].
[1] Las secciones electorales que elegían senadores no elegían diputados y viceversa. Las elecciones provinciales de 2021 y 2023 se celebraron en simultáneo con las nacionales. La de 2023 coincidió con la elección de gobernador. En esta elección no hubo P.A.S.O. y se pudieron presentar algunas listas que en las elecciones anteriores no habían superado el “piso” de las primarias.

Lo primero que cabe destacar es que “el partido ganador” fue la abstención, con 5,6 millones de votos, con una gran diferencia respecto de la “segunda fuerza”, es decir Fuerza Patria. Con ese sello, el peronismo y sus aliados obtuvieron los 3,8 millones de votos que le permitieron consagrarse como vencedores de la jornada.
La unión entre los libertarios del gobierno nacional y el Pro, que compitió con la “marca” de La Libertad Avanza, se ubicó en segundo lugar entre los votos “positivos”, con 2,7 millones de votos, es decir 1,1 millón de votos menos que el peronismo y sus aliados.
Los porcentajes sobre el total de electores se presentan a continuación:

La abstención representó el 39,02% del padrón, porcentaje muy superior al de 2023 (24,11%) y al de 2021 (29,77%).
Con tan baja participación, al peronismo y sus aliados les bastó el apoyo del 26,57% del padrón para ganar la elección. Ese porcentaje fue inferior al 30,14% obtenido en 2023, cuando se benefició del “arrastre” del voto a gobernador, y levemente superior al 26,24% obtenido en la elección legislativa de 2021.
La abstención aumentó en 2,2 millones de votantes con relación a 2023, y en 1,5 millones de votantes con relación a 2021, lo que podría explicarse por a) el desinterés de una parte importante del electorado por los asuntos públicos, o b) que esa parte no se siente representada por ninguna de las opciones que se le presentan y ha decidido no entregarles su voto, ni siquiera como “lo menos malo”.
El cuadro siguiente detalla las diferencias en el número de votos por partido o alianza, con relación a las dos elecciones previas:

Si bien fue la fuerza más votada, Fuerza Patria perdió 417 mil votos con relación a los que había obtenido Unión por la Patria en 2023. Por otra parte, ganó 254 mil votos respecto de 2021. Ese crecimiento se compensa con creces si se considera la pérdida de los 385 mil votos que en 2021 obtuvo la lista de Libres del Sur (Vamos con Vos), y la de los 214 mil votos que obtuvo ese año la lista de Guillermo Moreno (Unión Celeste y Blanco), que en esta ocasión no se presentaron. Por lo tanto, el peronismo y sus aliados ganaron la contienda, pero perdieron votos respecto de las últimas dos elecciones anteriores.
La Libertad Avanza, que en los turnos previos compitió en solitario, “ganó” 375 mil votos respecto de 2023 y 2 millones de votos respecto de 2021. Pero si comparamos los votos actuales de LLA con los que conjuntamente habían tenido LLA y el PRO, lo cierto es que este espacio político común perdió 2,2 millones de votos respecto de 2023 y 1,5 millones de votos respecto de 2021. La llamativa semejanza matemática entre esta caída y el aumento de la abstención nos induce a pensar que ese fue el destino principal de los votos perdidos en esta ocasión.
En cuanto al FIT-U, perdió 28 mil votos con relación a 2023 y 260 mil votos con relación a 2021, lo que pone de manifiesto que esta opción no pudo capturar los votos perdidos por las listas peronistas, y que mantiene su presencia en el escenario electoral pero no logra capitalizar el descontento político de los sectores populares con las otras vertientes que se disputan la preferencia del mismo espectro social.
En resumen, los números indican que el descontento del electorado con los partidos, alianzas y dirigentes políticos que pretenden representarlos en las instituciones del estado persiste y está lejos de revertirse. También revelan que, al menos en esta ocasión, el descontento fue mayor con quienes se presentaron hace dos y hace cuatro años como “la novedad” o “la alternativa”. En esa ventana de oportunidad, el peronismo “unido” les sacó una importante ventaja a todos los demás, pero sin recuperar el voto perdido en el pasado. Desde esta perspectiva, la abstención jugó en contra de la derecha, más que la participación a favor del peronismo, y eso debe ser tenido en cuenta.
Pero también hay cosas que los números no explican, y que requieren ser significadas en función del escenario político, social y económico que se vive en nuestro país.
En un contexto de crisis de representatividad, el voto se usa más para castigar que para premiar, pero cuando el destinatario del “voto castigo” no ofrece resultados en términos de bienestar, y además de ello, muestra que es “más de lo mismo” en lugar de ser “algo nuevo”, el fenómeno que sobreviene es la no emisión del voto.
En ese escenario, se produce un hecho contradictorio: la sociedad reclama un cambio en las opciones que pretenden representarla, o sea nuevas organizaciones, nuevos estilos y dirigentes. Pero mientras este cambio no se produce, o “lo nuevo” es desilusionante, las variantes más consistentes de la constelación política agotada, si capturan el voto consolidado, se imponen ante la retracción del “voto riesgo”.
Este comportamiento electoral no debe confundirse con una “vuelta al pasado”. Si en ocasiones anteriores hubo un voto de cambio que despreció el riesgo, en esta elección ese voto no se reiteró, pero tampoco volvió a las opciones previas: simplemente se quedó en casa. Esto evidencia un desinterés que puede ser peligroso para la democracia, pero también hay una parte, difícil de medir, que sostiene de este modo un reclamo de cambio que no debería subestimarse.
Así las cosas, en esta ocasión, y en esta geografía (la Provincia de Buenos Aires), la variante más consistente de la constelación política agotada sigue siendo el peronismo. Al lograr la unidad en el armado de las listas, al delegar los ejes de campaña en uno de sus tres referentes (el gobernador), y al gestionar sin rupturas los conflictos (que persisten) para encarar juntos este turno electoral, eso les alcanzó para evitar las fugas del voto consolidado. Y como el principal rival perdió más votos que el peronismo, éste venció.
Pero esa fue sólo la “mecánica” de la victoria. La razón política de esta victoria precaria, pero victoria al fin, es la decisión de Axel Kicillof de disputarle a Cristina Fernández la conducción del proceso político.
Esa decisión marca un punto de inflexión en el desarrollo de la fuerza política que, todavía, predomina dentro del campo popular en nuestro país. La confirmación de que la disputa por la conducción del peronismo está en marcha abre numerosos interrogantes respecto de lo que ocurrirá con esa fuerza, pero aporta una certeza muy importante: para bien o para mal, ya nada será como hasta ahora.
El peronismo podrá fracturarse o permanecer unido como fruto de este proceso, y tanto unido como fracturado podrá dar lugar a nuevas coaliciones políticas. Dichas coaliciones podrán estar estructuradas en torno a él, si conserva una masa crítica suficiente, o tal vez alumbre un nuevo sujeto político que lo tenga como parte y no como eje articulador. Es muy pronto aún para aventurar la salida de este proceso que sólo acaba de empezar, pero todos los sectores del peronismo, y el resto de las fuerzas del campo popular deberían observar atentamente este desarrollo, y evaluar cómo intervenir de alguna manera para influir en ese proceso, ya que no les resulta indiferente.
Entonces tenemos una crisis política dentro de la fuerza que hasta ahora ha sido hegemónica dentro del campo popular, que se da en el marco de una crisis de representatividad general del régimen político, pero con una particularidad: los malos resultados económicos y sociales del gobierno le han hecho perder la confianza de los grupos de poder que habían apostado por él para gestionar las políticas. El círculo rojo está “recalculando” su propio armado de poder y, más allá del hecho de que sus negocios podrán seguir prosperando bajo cualquier gobierno, está en un momento de “debilidad estratégica”. Necesita un nuevo gestor y todavía no lo ha construido.
No hay “empate hegemónico” porque en Argentina el poder concentrado y la derecha vienen ganando por goleada, pero sí puede afirmarse que hoy hay una crisis de hegemonía en los dos bloques. Del modo en que cada uno resuelva su crisis dependerá el futuro.
La consistencia electoral del peronismo en la principal provincia argentina, que es además su principal bastión, es un elemento que en otro contexto hubiera sido meramente “defensivo”, pero en este contexto se ha convertido en un “piso” a partir del cual construir una opción electoral y política capaz de ofrecer un proyecto que pueda devolverle la ilusión a una sociedad desencantada. Esa potencialidad tiene aspectos positivos y negativos.
Como ya se ha dicho, la decisión de Axel Kicillof inició este proceso. Su articulación con los intendentes del conurbano, con sectores (buenos y malos) del sindicalismo, con organizaciones sociales, y su firmeza para resistir los embates del kirchnerismo, obligó finalmente tanto a Cristina como a Sergio Massa a encolumnarse, a regañadientes, dentro de una estrategia electoral que resultó exitosa.
Ese éxito no es suficiente para la reconstrucción de un sistema político legítimo en el país, pero sí para constituirlo a Axel Kicillof en el gran convocante y articulador de un nuevo sujeto político popular, si él lo decide.
Pero no hay figuras infalibles ni conductores iluminados. ¿Se limitará Axel Kicillof a disputar la conducción del peronismo para ponerse a la cabeza de un sujeto con las limitaciones ya conocidas? ¿Trascenderá los límites del peronismo y convocará a otros sectores, tal como algunos pasajes de sus discursos parecen indicar? ¿Habrá que “esperar a ver” lo que hace? ¿Habrá que protagonizar este proceso para no dejarlo en manos de unos pocos dirigentes? ¿Habrá que dejar este proceso dentro de los límites del peronismo?
Estas y otras preguntas demuestran que ha comenzado un nuevo tiempo político dentro del campo popular. Y a pesar de un presente complicado, esa es una buena noticia.
Foto: CLARIN