El viento que sopla. ¡por la paz, el conflicto!
EMANUELE BRAGA (artista, activista, filósofo, cofundador de la compañía de danza y teatro Balletto Civile, de proyectos y centros culturales italianos e internacionales)
La huelga italiana del 22 de septiembre por Palestina fue una huelga social. Hacía años que no se veía a la sociedad rebelarse al unísono de esta manera. Ante el llamamiento «Bloqueemos todo»[1], una multitud de personas se lanzó a las calles, abandonando sus puestos de trabajo, las aulas, las tiendas y sus casas. Hemos bloqueado carreteras, vías férreas, autopistas y barcos en los puertos.
Desde pequeñas asambleas de barrio hasta reuniones en centros sociales, desde aulas escolares hasta tardes dedicadas a escribir carteles en asociaciones y parques, pasando por un sinfín de chats entre miles de organizaciones políticas, sindicales y categorías obreras, lo hemos bloqueado todo. Lo hemos hecho en Italia para detener el genocidio que se está produciendo a orillas del Mediterráneo y para dar voz a la resistencia que siempre ha animado al pueblo palestino contra la violencia ciega y colonial del gobierno sionista israelí. Esto es lo que deberían escribir los periódicos y contar los telediarios, si no fueran totalmente cómplices del genocidio que se está produciendo. Esto es solo el principio. Todo el mundo lo sabe. Lo saben las personas que salieron a la calle y bloquearon Italia, lo saben los gobernantes fascistas, la policía y los periodistas tradicionalmente temerosos de incomodar al poder.
La Europa de los pueblos está en contra de la internacional fascista y sionista que quiere exterminar a los palestinos para robarles la tierra y construir lujosos asentamientos para los colonos. La Europa de los pueblos se opone a esta idea de Occidente en la que los Estados Unidos de Trump instalan en Israel el cuartel general de la seguridad tecnológica y la supremacía blanca para controlar los recursos energéticos de Oriente Medio y mantener a la Unión Europea en una subordinación servil y políticamente irrelevante.
La partida geopolítica es crucial. Mientras que gobiernos como los de Inglaterra, Francia, España, Portugal e Irlanda comprenden que, más allá de los motivos humanitarios, caer en la trampa trumpista es un suicidio político, Italia, Alemania y Grecia ingresan en ella con entusiasmo. La distribución de los votos en el Congreso de la ONU es ejemplar: muestra cómo todo el mundo apoya la defensa del Estado palestino frente a la obstinación colonial de Estados Unidos e Israel, y pone de relieve otro dato interesante: es precisamente la posición de Italia y Alemania la que impide a la política europea tomar partido con decisión.
La huelga del 22 de septiembre, el «Blocchiamo Tutto» italiano, es una pieza de una internacional popular y constituyente que surge desde abajo, antisionista y antifascista. Es el mismo movimiento que bloqueó la Vuelta en España, que inundó las plazas de París el pasado 10 de septiembre, que detuvo la Muestra Internacional de Cine de Venecia y que finalmente puso en marcha la mayor misión internacionalista por mar jamás intentada: más de cincuenta barcos, bajo la bandera de la Flotilla Global Sumud, para enfrentar el bloqueo israelí a la ayuda humanitaria para Gaza.
Los medios de comunicación, como siempre, desempeñan un papel decisivo. Es ya evidente que en Occidente están alineados, controlados y complacientes con la línea gubernamental. Trump siempre los ha intimidado, pero ya ha dado varios pasos hacia la censura directa, con adquisiciones forzadas por parte de consorcios supremacistas de los principales periódicos. La escena de la mesa redonda de los amos de Silicon Valley arrodillados ante el rey fue emblemática. Tanto en Estados Unidos como en Italia, la prensa y las redes sociales son partidistas, complacientes o silenciosas. Esta brecha entre lo que piensa la gente y lo que transmiten los medios de comunicación es desconcertante.
¿Qué significa que esto es solo el principio? Concretamente, significa varias cosas. La primera es que el boicot a la logística bélica y a los intereses del sector industrial cómplice de Israel no tendrá tregua. Desde las tiendas y farmacias de barrio hasta los acuerdos académicos y la producción cultural, no debemos permitir que nuestro dinero y nuestros impuestos, los fondos para hospitales, escuelas y bienestar social, se desvíen hacia la industria armamentística, la seguridad digital, la censura y el genocidio. La segunda es que, si somos una multitud, debemos autoorganizarnos para crear una alternativa a los actuales instrumentos de información: multiplicar las revistas independientes, los instrumentos digitales autónomos, escribir en las paredes, crear asambleas de barrio y ciudadanas. No dejemos que sean otros quienes nos cuenten, nos deformen, nos transformen en otra cosa. La tercera es que debemos permanecer unidos y converger siempre. Hay mucho en juego y la disidencia, sobre todo italiana y alemana, puede cambiar el destino de Europa.
Si sabemos esto, también sabemos que la internacional tecno-fascista y sionista que pretende gobernarnos, que se sienta en los consejos de administración de bancos, fundaciones y empresas energéticas y en las redacciones de los periódicos que cuentan, no nos lo permitirá fácilmente. Dirán que somos terroristas, que deben controlar a todo el mundo para protegerlos de los peligrosos extremistas de izquierda, que hay que encarcelar a nuestros hijos porque los estudiantes son focos de perversión y gamberros de segunda generación, y al final también dirán que hay que enviarlos a la guerra para «enderezarles la espalda».
Esto es solo el comienzo, pero debemos permanecer unidos, fortalecer nuestras plataformas y organizaciones, no dejar a nadie atrás y saber que la paz solo se logrará si estamos unidos en la lucha.
Publicada originalmente en Effimera, 25/9/2025
https://effimera.org/il-vento-che-tira-per-la-pace-il-conflitto-di-emanuele-braga/
[1] Movimiento italiano de solidaridad con Palestina (NT).