Fuerza sin ley

ANTOINETTE ROUVROY (FRS-FNRS / Centro de Investigación Información, Derecho y Sociedad de la Universidad de Namur)

Hiperagentes y transmutaciones del poder en la era Trump-Musk

Introducción

Más allá de la resurrección de viejos fantasmas impulsados por el movimiento Law and Economics de la escuela de Chicago, que erigen la eficiencia y el crecimiento económico como criterios definitivos para evaluar leyes y regulaciones, el nombramiento por parte de Donald Trump del hombre más rico del mundo al frente del «Departamento de Eficiencia Gubernamental» (D.O.G.E.) encargado de auditar todas las administraciones y agencias federales estadounidenses[1], atestigua una reconfiguración radical del poder político. Mientras que el carácter impersonal de las instituciones y agencias gubernamentales es una característica constitutiva del pensamiento jurídico estadounidense[2], la aparición de este tipo de «neoinstituciones» convierte de facto la función gubernamental en un asunto de poder (y de aumento de poder) personal y no en un magisterio (al menos en principio o idealmente) imparcial. Las iniciativas del D.O.G.E., incluso las que más claramente atentan contra los derechos y libertades de los ciudadanos estadounidenses, son justificadas por Elon Musk como conformes al «mandato» que los votantes habrían confiado a Donald Trump, y que él, Elon Musk, habría sido encargado por el presidente de poner en práctica. Pero el propio Donald Trump no parece estar realmente en condiciones de controlar las acciones de Elon Musk, quien a veces se comporta como si él mismo estuviera investido del mandato presidencial. Esta relación entre el poder presidencial y la «fuerza sin ley» de Musk, que no busca simplemente influir en el poder institucional como lo harían los lobbies tradicionales, sino fagocitarlo desde dentro, transformándolo en un vector para la propagación de su propia lógica a-institucional, revela una relación estratégica paradójica y asimétrica que representa una mutación en la propia estructura del poder político.

  1. Trump-Musk: una relación estratégica entre regresión mítica y disolución inmanentista.

La dinámica Trump-Musk funciona según varias modalidades interdependientes. Una instrumentalización recíproca: Trump utiliza a Musk como palanca para desmantelar el Estado desde dentro —deshaciéndose de paso de los altos funcionarios que le son desfavorables— sin pasar por los procesos legislativos. A cambio, Musk instrumentaliza a Trump para acceder a un poder gubernamental directo que ningún proceso democrático le habría conferido. Una transferencia de legitimidad: Trump confiere a Musk una legitimidad casi institucional, mientras que Musk aporta a Trump, además de la inversión financiera y el capital de influencia más que considerables invertidos en su campaña electoral, el aura de la innovación disruptiva y la legitimidad tecnoprofeética. La abolición de las fronteras entre lo público y lo privado: los intereses industriales de Musk y las políticas públicas estadounidenses se entremezclan en una confusión que hace que cualquier regulación sea inoperante. El dúo Trump-Musk ilustra así una relación estratégica entre dos movimientos aparentemente contradictorios pero complementarios, que convergen para socavar los fundamentos institucionales de la democracia.

Por un lado, Trump encarna un retroceso hacia una imaginación monárquica premoderna. «Dios me salvó para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande», proclama cada vez que tiene ocasión (en particular, durante su discurso inaugural en el Capitolio el 20 de enero[3] y al final de su extensa alocución del 4 de marzo de 2025 ante las cámaras reunidas del Congreso). De derecho, su poder presidencial sigue estando enmarcado por las instituciones, pero en la práctica, trabaja para liberarse de las restricciones de esas mismas instituciones. Actúa como un soberano absoluto rodeado de su corte, reintroduciendo un principio de trascendencia personal en el que la lealtad hacia su persona prima sobre la lealtad hacia las instituciones. Su voluntad de hacer de esta lealtad el criterio predominante para los nombramientos en puestos clave de su administración recuerda a siniestros precedentes. Pensamos en el sistema de botín de Andrew Jackson, en 1828, que condujo a una purga masiva de la función pública en beneficio de miembros del partido en el poder, generando incompetencia y corrupción [4]. Pero este culto a la lealtad personal también evoca el juramento de lealtad impuesto a los funcionarios alemanes en 1934, que los comprometía prioritariamente no al Estado o la ley, sino a la persona misma del Führer[5]. Esta dinámica autocrática, al socavar los principios de separación de poderes[6] y de neutralidad administrativa, amenaza directamente la estructura del gobierno federal.

Por otro lado, Musk representa una nueva forma de poder liberada de los marcos institucionales ordinarios, que se basa en una combinación inédita de recursos: capital financiero, dominio tecnológico, influencia mediática directa (a través de X) y una capacidad única para transformar la contingencia en una palanca estratégica. Posicionándose como maximalista de la libertad de expresión, pretende devolver el poder al pueblo eliminando las mediaciones institucionales consideradas corruptas u obsoletas. Pero esta retórica de la desintermediación enmascara en realidad una concentración sin precedentes del poder simbólico en manos de un solo hombre. A diferencia de los lobbies tradicionales, que influyen en las instituciones desde fuera, Musk las fagocita desde dentro, imponiendo una lógica de ilimitación disruptiva, desreguladora y a-institucional.

Estas dos tendencias —la regresión trascendental hacia la figura del soberano y la dilución inmanentista en un «pueblo» directamente accesible a través de las plataformas digitales— convergen en su efecto destructivo del espacio democrático. Encarnan las dos caras del régimen hiperagente: el culto a la personalidad carismática, por un lado, y la disolución algorítmica de las estructuras colectivas, por el otro. Esta relación entre el autoritarismo presidencial y la fuerza hiperagente revela una profunda mutación en el ADN del poder político. Para comprender este fenómeno es necesario ir más allá del análisis institucional clásico y cuestionar la propia naturaleza del hiperagente: un actor cuyo poder y riqueza van acompañados de una relación de insubordinación a la realidad (y a los regímenes de verdad y legitimidad que la sustentan), de «asettización»[1] de la contingencia y de negación de todo límite.

  1. Hiperagentes y excepcionalismo: producir el medio.

En el campo de la inteligencia artificial y los sistemas autónomos, un hiperagente es una IA dotada de una avanzada autonomía de decisión, capaz de autoaprendizaje y optimización sin intervención humana externa. Este tipo de entidad plantea desafíos a las estructuras reguladoras tradicionales y plantea cuestiones de gobernanza global. El concepto de hiperagente también se encuentra en las teorías del «posthumanismo recombinante» y el transhumanismo[7] para encarnar una forma radicalizada de plasticidad que implica mayor capacidad de adaptación homeostática a las variaciones del entorno, una hiperplasticidad, que hace que el hiperagente, con un perfecto dominio de su sustrato funcional/físico, sea capaz de modificar radicalmente este sustrato y, por lo tanto, de trascender sus límites biológicos para modificar sus propias estructuras hasta el punto de que los propios conceptos de agente, «yo» y sujeto se vuelven imposibles de concebir de otra manera que como hipersticiones: ficciones que generan su propia realidad, no figurable. Por lo tanto, un hiperagente no podría predecir de manera fiable sus propios estados psicológicos posteriores a la intervención deduciéndolos de los estados físicos o funcionales previos a la intervención. En consecuencia, los hiperagentes serían a-racionales y no podrían considerarse navegantes del «espacio de las razones»[8]. El concepto de hiperagencia también se ha utilizado en la crítica del filantrocapitalismo (el de Bill Gates en particular).[9]

Aquí nos interesará la hiperagencia más directamente como agente de transfiguración de las estructuras institucionales y políticas, y por las patológicas mutaciones de poder de las que se convierte en vector. Entenderemos por «hiperagentes» figuras inéditas del poder, de las que Elon Musk es un ejemplo, capaces de apartarse de las normas colectivas y moldear la realidad a su imagen. Se caracterizan por una capacidad de acción desproporcionada sobre su entorno, que adquieren gracias a la convergencia entre potencia computacional, infraestructuras críticas, poder financiero y redes de influencia.[10] A diferencia de los agentes convencionales, que evolucionan en marcos predefinidos y se adaptan a ellos, los hiperagentes redefinen ellos mismos estos marcos, erigiéndose en productores de su propio entorno. Este «excepcionalismo» en relación con las limitaciones comunes de la homeostasis se traduce en una serie de características propias de los hiperagentes y los regímenes hiperagentes.

2.1. Alcance sistémico y captación de recursos.

Al acumular posiciones estratégicas en áreas tan diversas como el sector aeroespacial (SpaceX), la inteligencia artificial (xAI), la automoción (Tesla), las neurociencias (Neuralink) o las comunicaciones globales (Starlink), su influencia va mucho más allá del ámbito de la innovación tecnológica: actúa directamente sobre las normas sociales y geopolíticas a escala mundial[11], influyendo en el curso de los conflictos armados y cuestionando la soberanía de los Estados.[12]

La escatología tecnomesiánica de los hiperagentes se basa en una postura profética que elude toda evaluación crítica. Su fijación en los «riesgos existenciales» que amenazan a la especie humana con la extinción permite su «largo plazo», con el pretexto de priorizar el futuro de la humanidad al tiempo que designa la empatía como una «debilidad fundamental de la civilización occidental» (Elon Musk), distraer la atención de las injusticias que se sufren actualmente y de sus determinantes estructurales, socioeconómicos, medioambientales y climáticos, para desviar las inversiones públicas destinadas a la prevención y corrección de las injusticias en beneficio de sus proyectos.[13] Al centrar la atención en estos riesgos, su discurso a largo plazo desvía los recursos y las prioridades públicas de las crisis inmediatas. Bajo el pretexto de trabajar por el bien común, se imponen como los únicos verdaderos árbitros del destino colectivo.

2.2. Expansión y desmesura sin responsabilidad.

La motivación de los hiperagentes reside esencialmente en la expansión de su poder de acción a la escala más amplia posible, explotando los beneficios exponenciales de los efectos de red. [14] Perciben la contingencia, la imprevisibilidad y la indeterminación no como límites, sino como infinitos impulsores[15], que abren horizontes especulativos que saturan de promesas, a menudo incumplidas. Estas promesas incumplidas funcionan idealmente en el capitalismo, cuya persistencia depende de la renovación indefinida de las promesas, de las inversiones en las promesas (crédito) y de la insatisfacción resultante. Esto parece decidir entre los tres posibles devenires del capitalismo que Jacques Camatte[16] había vislumbrado en 1973: de los tres escenarios (la completa autonomización del sistema, la transformación de la especie humana en una entidad programable o la generalización de la locura en un mundo en perpetua huida hacia adelante), parece que el último se está materializando hoy en la huida especulativa, donde cada promesa llama a otra, sin producir nunca una estabilización o una satisfacción duradera.

El «régimen hiperagente» absolutiza en beneficio de los «poderosos» la «proeza» que consistió, para el neoliberalismo, en la introducción de la especulación (en lugar de la predicción, la prevención, la precaución), en el corazón de las racionalidades gubernamentales[17]. Los mitos técnicos acerca de soluciones definitivas y tecno-soteriológicos no asumen, como lo hacían los antiguos mitos, una función de unificación y justificación del estado del mundo: más bien sirven de «palanca» para la fuerza sin ley de los hiperagentes en un mundo híper-fragmentado desprovisto de toda regularidad, de toda «racionalidad objetiva». El aumento de poder de los hiperagentes no se produce tanto en el terreno estratégico de las ideas como a través de la velocidad, la agilidad, el cortocircuito, y la capacidad de capitalizar la contingencia y la recursividad positiva (el aumento de la entropía o del caos).

Los hiperagentes encarnan una imaginación insurreccional unida a una visión de crecimiento económico ilimitado en un mundo caracterizado por recursos finitos. Esta contradicción se «resuelve» a la vez en relatos utópicos que apuestan por cajas negras algorítmicas para gestionar la complejidad de forma óptima (inteligencias artificiales omniscientes), en proyectos fuera de este mundo (como la conquista de Marte) y en los excesos de poder y prácticas de dominación (autocracia y resurgimiento «con venganza» , es decir, en una forma absolutamente desinhibida, de la dominación del «varón blanco terminal y su perversidad»[18], cuya «necesidad» atestigua la fragilidad (y la crasa falsedad) del mito en el que se apoyan los hiperagentes[19]. Les importa poco que sus acciones aceleren el calentamiento global, el colapso de la biodiversidad, la no-diversidad, la tecnodiversidad[20], etc.: su apuesta a largo plazo (cuyos retornos de inversión muy hipotéticos solo benefician a una pequeña minoría de la población mundial, situada principalmente en el hemisferio norte) vale todos los sacrificios. Cuando la «materialidad» ya no cuenta, en un régimen emancipado de toda metrología realista, cuando los «objetos», ya sean materiales o conceptuales, dejan de «objetar» cualquier cosa al cálculo puro para una mente (humana o artificial) que considera que los datos numéricos y los flujos financieros son las coordenadas exclusivas de modelización de la acción, cuando las métricas híper-plásticas sustituyen a las medidas de todo tipo, la idea misma de medida, y por tanto de límite, se vuelve obsoleta.

Esta desmesura tan plástica es también lo que exime a los «responsables» de tener que asumir ninguno de los daños concretos generados por sus decisiones. Ante el primer consejo de ministros del presidente Donald Trump, Elon Musk reconoció así, en tono jocoso, que, en el transcurso de su empresa de demolición de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), DOGE había puesto fin accidentalmente al proyecto de prevención contra el virus del Ébola. Al reconocer el error cometido y afirmar también que a DOGE le sucedería necesariamente cometer otros, Musk no pretendía en absoluto asumir los efectos desastrosos de la decisión «errónea» (Nicholas Enrich, el subdirector interino de Salud Mundial de USAID, antes de ser puesto en licencia administrativa, había redactado un memorando inconcluso que predecía que el desmantelamiento de USAID provocaría más de 28.000 casos de ébola y enfermedades relacionadas, así como un aumento del 28 al 32 % de la tuberculosis en el mundo, hasta 18 millones de casos de malaria -con hasta 166.000 muertes al año[21]– y 200.000 casos adicionales de poliomielitis paralítica al año). No importa, Elon Musk, convencido con tono fatalista de que inevitablemente se cometerán otros errores en el futuro, se muestra tranquilizador: la agilidad reactiva de DOGE permite corregir rápidamente el tiro y, en lo que respecta a la lucha contra el ébola, Musk afirmó que, gracias a la caácidad de reacción de DOGE, no habría «interrupción del servicio». Pero el mundo no se comporta exactamente como un programa informático, y la actitud de Musk, comparable a la de un algoritmo de aprendizaje automático, confirma ampliamente que el infierno está lleno de buenas abstracciones. Así, Jeremy Konyndyk, presidente de Refugees International y exdirector de la Oficina de Asistencia para Desastres en el Extranjero de USAID, dijo en una entrevista reciente sobre Elon Musk que «no tiene ni idea de lo que está hablando. Inventa sobre la marcha. No entiende las cosas que cancela. Él y su equipo de adolescentes y veinteañeros utilizan la IA, o la búsqueda por palabras clave, por lo que sabemos, para decidir qué eliminar. No se molestan en detenerse a comprender lo que realmente pierden cuando detienen estos programas».[22]

Los hiperagentes tienen el exorbitante privilegio de poder «asumir» cometer errores sin tener que soportar las consecuencias perjudiciales o catastróficas que se produzcan. En una lógica exactamente inversa a la que había provocado, en el siglo XIX, la aparición de regímenes de «responsabilidad sin culpa» para garantizar la indemnización de las personas expuestas a los riesgos inherentes a determinadas actividades industriales intrínsecamente peligrosas, la inmunidad de Elon Musk recuerda más bien a un régimen de «culpa sin responsabilidad».

2.3. Colapso semiótico y algoritmo anestésico.

En lugar de producir una «estética política» en el sentido que le dio Jacques Rancière – «(…) sistema de formas que determina a priori lo que puede ser sentido, división del tiempo y el espacio, de lo visible y lo invisible, de la palabra y el ruido, que define a la vez el lugar y el reto de lo político como forma de experiencia» [23]: es bajo la bandera de una anestética algorítmica [24] infrapolítica, antisistema y disruptiva que operan los hiperagentes. La caída vertiginosa de los regímenes de verdad y la proliferación de «hechos alternativos» señalan el declive de la “epistocracia” y de las teorías de la economía política que legitiman y limitan el poder mediante el conocimiento. La «fuerza sin ley» de los hiperagentes (entre ellos Elon Musk) se libera del conocimiento científico y estadístico para adoptar una relación especulativa con la contingencia. La agilidad que caracteriza a los hiperagentes suele considerarse un triunfo del «pragmatismo» (orientado a las soluciones)[25] sobre el «academicismo» y su obsesión por las explicaciones.[26] Esta des-economía política prospera sobre la producción deliberada de ignorancia y paranoia. Esta sismografía encarna perfectamente lo que Terry Eagleton había presagiado: una vasta «bolsa de ideas» en la que circulan informaciones preconcebidas y descontextualizadas. Al igual que el dinero en el capitalismo financiero, la señal digital se replica a sí misma de forma viral, rompiendo con cualquier referente, invadiendo el santuario del propio espíritu humano, desmantelando sus codificaciones y reducciones rigurosas, mientras el consumismo coloniza el nivel del intelecto.[27]

La transformación de la red social Twitter/X desde su adquisición por Elon Musk ilustra perfectamente la lógica: la supresión de toda instancia de moderación y la transformación de la red en un semillero de desinformación, junto con el desmantelamiento de las políticas de promoción de la diversidad, la igualdad y la inclusión (D.E.I.) en Silicon Valley, revelan que lo que le importa a Elon Musk no es tanto la «libertad de expresión», sino la expresión hegemónica de su «visión»… lo propio de las «visiones» es precisamente que no apuntan a nada que sea empíricamente verificable.

2.4. Especulación y generatividad.

La brutal agilidad de los hiperagentes marca un cambio ontológico: ya no se trata de establecer lo que se conoce a partir de la observación ni de conocer el mundo para actuar, sino de generar una realidad acorde con sus propios intereses, hacer que lo que se «ve» como X a partir de inferencias inescrutables e inverificables se convierta en X. [28] El fenómeno no es nuevo. En 2004, el periodista Ron Suskind transcribió, en un artículo escrito para el New York Times, las palabras de un colaborador del presidente George Bush, sugiriendo que la administración solo tendría desprecio por la «comunidad basada en la realidad», compuesta por personas que seguían «creen que las soluciones surgen del estudio juicioso de la realidad discernible», mientras que «así ya no es como funciona realmente el mundo (…) Ahora somos un imperio, y cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad».[29] Este nuevo régimen de acción especulativo-generativo se emancipa de todo anclaje epistemológico hacia una especie de «decisionismo» en el que las inversiones de los poderosos influyen en la producción del futuro en función de su propia posición. En la ontología relacional que caracteriza al mundo conectado, los hiperagentes ocupan el lugar de «nodos» o atractores, y de «neoinstituciones» capaces de influir, eludiendo los procesos democráticos, en la producción de criterios de mérito, necesidad de deseabilidad, peligrosidad aceptable, pertenencia identitaria. Su poder no se legitima por el conocimiento científico o el interés general, sino por su capacidad para saturar el espacio social con sus propias narrativas.

2.5. Culto a la personalidad y captación de crédito.

Los híperagentes prosperan suscitando formas de lealtad casi religiosa, basadas en el crédito que se les da por estar dotados de capacidades estratégicas, especulativas y tácticas fuera de lo común, que deberían permitirles convertir cualquier horizonte apocalíptico en una promesa de crecimiento económico y bienestar infinitos. Las formas leves o graves de sociopatía que exhiben no afectan en absoluto al culto que se rinde a su personalidad: estos rasgos psicopatológicos aparecen como indicios adicionales de su genio.

Mientras que los súper-agentes se reivindican a sí mismos con una lógica de innovación privada, el mito que los rodea oculta generalmente el hecho de que sus proyectos se basan en el trabajo de importantes equipos de científicos e ingenieros, en consorcios y asociaciones institucionales que implican importantes subvenciones gubernamentales.[30],[31] El mito de la genialidad personal persiste, alimentando su capacidad para atraer inversiones y adhesiones, a pesar de la acumulación de promesas incumplidas.

Mientras que el capitalismo bajo esteroides algorítmicos sustituye la ecuación «el conocimiento es poder» por «la audiencia es poder», el crédito depende fundamentalmente de la atención, la aclamación y la aprobación del público. Por lo tanto, la atención, la aclamación y la aprobación del público son lo que orienta la percepción, la comprensión y la imaginación.[32] No se espera que las personas crean en la verdad, en la validez de las declaraciones que circulan, sino que se comporten como si creyeran en ellas, transmitiéndolas. En un régimen hiperagente, el lenguaje funciona esencialmente bajo la modalidad de la «consigna», de acuerdo con la descripción que le dieron Gilles Deleuze y Félix Guattari: «El lenguaje ni siquiera está hecho para ser creído, sino para obedecer y ser obedecido. La baronesa no tiene la menor intención de convencerme de su buena fe, simplemente me indica lo que prefiere que finja admitir». Esto se nota en los comunicados de la policía o del gobierno, que se preocupan poco por la verosimilitud o la veracidad, pero que dicen muy bien lo que hay que retener. La indiferencia de los comunicados hacia cualquier credibilidad a menudo roza la provocación. Es la prueba de que se trata de otra cosa (…) La orden no se refiere a significados previos, ni a una organización previa de unidades distintivas. La información es solo el mínimo estrictamente necesario para la emisión, transmisión y observación de órdenes y mandatos». [33]

  1. El magnetismo del fascismo.[34]

En La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, escrito en 1936 y publicado póstumamente en 1955[35], Walter Benjamin señaló que «el fascismo intenta organizar estas masas proletarizadas que acaban de aparecer, sin perjudicar las relaciones de propiedad que estas se esfuerzan por liquidar. Ve su salvación en dejar que las masas se expresen (sin permitirles acceder a su derecho). Las masas tienen derecho a transformar las relaciones de propiedad; el fascismo busca que se expresen para mantener esas relaciones. El fascismo tiende lógicamente a una estetización de la vida política. A la violencia ejercida sobre las masas, que rebaja a la fuerza en el culto a un líder, corresponde la violencia de un aparato que pone al servicio de la producción de valores culturales».

Las técnicas han evolucionado: Internet y las redes sociales sustituyen a los dispositivos de aquella época, y la estetización de la vida política se ve interrumpida por la volatilidad, la viralidad y la replicación de alta frecuencia de las señales y los «patrones» en los flujos digitales. La servidumbre a las máquinas ha tomado el relevo de la sujeción social, gracias a la adicción a las pantallas.[36] Las masas (de las que formamos parte) nunca han sido tan convocadas a expresarse, noche y día, veinticuatro horas al día, para acumular los signos de «crédito» que son la audiencia y la visibilidad. En este juego, nunca se hace lo suficiente: las métricas caprichosas, dependientes del comportamiento de todos los demás, actúan como un patrón salvaje. El andamiaje no es menos violento en sus efectos que el que evocaba Walter Benjamin. Lo que persiste y avanza, bajo la aparente inestabilidad de todas las cosas, es el cortocircuito de la posibilidad de transformar el estado de hecho naturalizado en forma de señales digitales y datos cifrados.

Las nuevas figuras de la hiperagencia responden a la necesidad de pertenencia colectiva[37] que experimentan los (in-)dividuos atomizados por la fragmentación deliberada de las formas y organizaciones colectivas[38] susceptibles de interrumpir o ralentizar los flujos de un capitalismo eminentemente recombinante. La desregulación, la «desmagnetización» de las formas de acción colectiva, la individualización digital de las interacciones entre las burocracias privadas y públicas (bajo el pretexto de la «personalización» y la «autonomización» de los trabajadores y las personas desempleadas) y la desmotivación de la solidaridad alimentan el «magnetismo del fascismo».[39]

Figuras emblemáticas del disfrute y de lo políticamente incorrecto, Trump y Musk atraen, de forma magnética o hipnótica[40], infrapolítica, infrasocial, agregativa, pre-semiótica, pulsional, a un porcentaje importante de los decepcionados y abandonados por las promesas incumplidas del capitalismo[41].

El autoritario tecnoliberalismo del dúo Musk-Trump, a diferencia de lo que se ha descrito como «una forma de poder sobre los demás que solo opera a través de las libertades de aquellos sobre los que se ejerce»[42], erosiona de facto las condiciones de libertad de los ciudadanos. Un pensamiento verdaderamente autónomo nunca es una capacidad individual puramente psíquica, sino que presupone una base material y sociopolítica[43]. Al privarles de toda garantía, de todo sistema de seguridad en cuanto a su acceso a bienes básicos como la educación, la salud, la vivienda, la biodiversidad, un clima compatible con la supervivencia de la especie humana… mientras que el conductismo digital que rige las agregaciones y los flujos en las redes sociales disipa las condiciones espaciales, temporales y lingüísticas de la subjetivación política que llamamos ciudadanía, que pertenece al pueblo y que presupone la democracia. Sin duda, es de esta manera (entre otras) como pudo operar el hechizo que llevó a la cabeza del Estado, para desarticularlo mejor, a supuestos campeones populistas de la revuelta contra las «élites» que poseen el capital económico, social y cultural, y que en realidad solo absolutizan en su beneficio las estructuras hipercapitalistas (bajo esteroides algorítmicos) que pretenden combatir[44]

La adhesión y lealtad «en masa» a estos «mitos deformados de superioridad»[45] que encarnan los hiperagentes que hacen alarde de la fantasía nacional-reaccionaria de una «gran nación» expansionista, étnicamente homogénea con fronteras impermeables, mediante la designación de chivos expiatorios (extranjeros, precarios, mujeres, minorías, etc.),[46] es la adhesión a las promesas de venganza hechas por los hipercapitalistas para el resentimiento alimentado por las promesas insostenibles… del hipercapitalismo.

El continuo proceso de autovalidación de los hiperagentes mediante la exclusión violenta de los «otros» —su patetismo de aniquilación— atestigua el desmoronamiento del mito de su bondad inherente bajo el peso de la historia. La historicidad se convierte entonces en algo que debe ser censurado imperativamente, por lo que el fascismo y los regímenes hiperagentes tienen en común la tendencia a naturalizar la no diversidad, las desigualdades, la no inclusión, y por lo tanto a deshistorizarlas, despolitizarlas y desproblemizarlas.[47]

La deportación real o simbólica, fuera del cuerpo social «legítimo» —al ilegalizar los programas de promoción de la diversidad, la igualdad y la inclusión (DEI), al prohibir el uso de ciertas palabras en los programas de investigación y educación— valora, aprecia de manera contrafactual, «asignar» el «capital identitario»[48] de la «mayoría» del grupo mayoritario, aunque carezca de cualquier otro capital (económico, social, cultural). El «orgullo» de los «proud boys», el sentimiento de supremacía de los «white supremacists», es su «venganza»[49], aunque su lealtad a los hiperagentes pueda resultar de facto contradictoria con sus propios intereses racionales y materiales y los de sus comunidades.

Conclusión.

La declaración abrupta y unilateral del trío Trump-Musk-Vance sobre la obsolescencia del orden mundial de la posguerra, basado en el encuadramiento de la fuerza por la legalidad internacional (sistema de las Naciones Unidas, normas del derecho internacional y derechos humanos, derecho internacional humanitario y mecanismos de justicia internacional, principio de autodeterminación de los pueblos, etc.) y su sustitución por el cinismo de la fuerza sin ley, pone a prueba a las instituciones democráticas.

Mientras que el apocalipsis capitalista y la «catástrofe informática»[50] parecen haber tenido lugar, estamos recogiendo sus degeneraciones fascistas y ecocidas, bajo una apariencia hipertecnológica y futurista, lo que se avecina es sobre todo la resurrección de viejos demonios contra los que Europa ya no parece estar muy bien vacunada. Este fenómeno no es, por tanto, una amenaza exclusivamente estadounidense. Musk y Trump han demostrado empíricamente que la obscenidad puede resultar rentable en política, aunque sea a costa de matar la política en el proceso.

«El pueblo falta» en los ejercicios de prefiguración utópica, como lamentaba Paul Klee en su época. Sin embargo, el pueblo no puede reducirse ni a la actualidad que le afecta ni a los poderosos que pretenden encarnarlo. Resistir al atractivo magnético de los hiperagentes, es decir, del fascismo, supone encontrar los medios y el deseo de «hacer comunidad» de otra manera que no sea la búsqueda de capital identitario y la aniquilación de lo no idéntico. Se trata, por tanto, de revitalizar la «imaginación pública» en lo que consiste toda comunidad al superarse a sí misma,[51] al «reconocerse» en una no inhumanidad común, una «universalidad negativa»[52], la que alimenta la dialéctica negativa del Derecho[53] y mantiene abierto un horizonte de sentido ético que impide tanto la amnesia como la petrificación de la historia en mito.

Por lo tanto, si bien es primordial que Europa se fortalezca y aumente su autonomía en los planos militar, industrial y energético, no es menos crucial que refuerce la efectividad de los principios del Estado de derecho, la vitalidad de sus democracias y la preeminencia de los derechos y libertades fundamentales de todos los seres humanos. Que ceda a la tentación de convertirlos en simples variables de ajuste ante el desafío de musculación en todos los ámbitos lanzado al mundo por los «hombres fuertes» de Estados Unidos, o que renuncie, por ejemplo, con el pretexto de impulsar la rentabilidad de las empresas, a imponerles las normas necesarias para proteger la seguridad y la salud de los ciudadanos y los ecosistemas, debilitaría considerablemente su capacidad de resistencia al fascismo que vuelve. Intentar recuperar el «retraso» en la carrera hacia el apocalipsis no ofrece ninguna ganancia de soberanía, a diferencia de la transmutación del mito caído del humanismo jurídico en utopía concreta.[54]

*

[1] El 20 de enero de 2025, el recién elegido presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, firmó un decreto presidencial por el que se establecía un «Departamento de Eficiencia Gubernamental» (DOGE) en su gabinete, en sustitución del «Servicio Digital de los Estados Unidos» (USDS) creado en 2014 por Barack Obama. Este último se encargaba de asesorar a las agencias federales en materia de tecnologías de la información, de mejorar y simplificar los servicios digitales y de optimizar los sitios web federales, con el fin de mejorar los servicios al pueblo estadounidense a través de la tecnología y el diseño. Aunque el DOGE, cuya creación no fue sometida a la aprobación del Congreso de los Estados Unidos, es oficialmente solo un órgano consultivo, esta reestructuración de la USDI, que se convirtió en DOGE, fue más que una simple reorganización. Asignaba oficialmente al DOGE la tarea de «modernizar la tecnología y el software federal para maximizar la eficacia y la productividad del gobierno», es decir, de acuerdo con las promesas de campaña de Donald Trump, eliminar las agencias gubernamentales consideradas redundantes y las regulaciones consideradas excesivas, reducir los gastos considerados innecesarios y despedir al personal federal.

[2] «A veces parece que en el derecho estadounidense solo hay una historia y un problema. La historia es la del formalismo y el problema es el del sujeto. La historia del formalismo es que nunca aborda el problema del sujeto. El problema del sujeto es que nunca forma parte de la historia. Hasta ahora». (Schlag, P. (1991) «The problem of the Subject», Texas Law Review, Vol. 69, p. 1743.).

[3] «Hace apenas unos meses, en un hermoso campo de Pensilvania, la bala de un asesino me atravesó la oreja. Pero sentí entonces, y creo aún más ahora, que mi vida se salvó por una razón. «Fui salvado por Dios para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande» (discurso inaugural del presidente Trump, 20 de enero de 2025); «Creo que mi vida se salvó ese día en Butler por una muy buena razón. Fui salvado por Dios para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande. Lo creo» (discurso del presidente Trump ante el Congreso, 6 de marzo de 2025).

[4] Shapiro, S.A. y Tomain, J.P. (2024) How Government Built America, Cambridge University Press.

[5] La fórmula del juramento de lealtad de los funcionarios del Estado alemán que Hitler quiso a partir del 20 de agosto de 1934 -«Juro ser fiel y obediente al Führer del Reich alemán y del pueblo, Adolf Hitler, observar la ley y cumplir concienzudamente con los deberes de mi cargo, que Dios me ayude» (Reichsgesetzblatt I, 1934, p. 785) debía sustituir a la fórmula vigente desde el 14 de agosto de 1919: «Juro fidelidad a la Constitución, obediencia a la ley y cumplimiento concienzudo de las obligaciones de mi cargo, que Dios me ayude» Reichsgesetzblatt I, 1919, pp. 1419-1420.

[6] Mientras que varios jueces federales habían impedido temporalmente la entrada en vigor de una serie de decretos presidenciales de Donald Trump (destinados a poner fin a la ciudadanía por nacimiento, a dar acceso ilimitado a un sistema sensible del Departamento del Tesoro a socios de Elon Musk, a despedir a miles de empleados de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID),…), las recientes declaraciones del vicepresidente de los Estados Unidos, J.D. Vance, según las cuales «los jueces no están autorizados a controlar el poder legítimo del ejecutivo» (Charlie Savage y Minho Kim, Vance Says ‘Judges Aren’t Allowed to Control’ Trump’s ‘Legitimate Power’, The New York Times, 9 de febrero de 2025) y los de Harrison Fields, portavoz de la Casa Blanca, según los cuales «cualquier impugnación legal no es más que un intento de socavar la voluntad del pueblo estadounidense» (Mattathias Schwartz, «White House Failed to comply With court Order, Judge Rules», The New York Times, 12 de febrero de 2025). indican la intención del equipo de Donald Trump de sustraer al ejecutivo de cualquier control judicial.

[7] Sorgner, S.L.(2009).’Nietzsche, the Overhuman, and Transhumanism’. Journal of Evolution and Technology, 20(1), pp. 29-42); Roden, D. (2022) «The Filter Problem for Posthuman Bioethics»: The Case of Hyperagency. En Bioethics and the Posthumanities (pp. 116-128) Routledge.

[8] Roden, D. (2024) Nietzschean Hyperagents. Intelligence, Love, revolution Symposium. Foreign Objekt, 1 de diciembre de 2024.

[9] Schervish, P.G. (2003). Hyperagency and high-tech donors: A new theory of the new philanthropists. https://www.researchgate.net/publication/253153749_Hyperagency_and_High-Tech_Donors_A_New_Theory_of_the_New_Philanthropists, en Bishop, M. y Green, M. (2008) Philanthrocapitalism: How the Rich Can Save the World. Bloomberg Press, Nueva York.

[10] Véanse las reflexiones especialmente esclarecedoras de Schmachtenberger, D. (2022) Bend not Break #2: Maximum Power and Hyper Agents. Conversación entre Daniel Schmachtenberger y Nate Hagens. The great simplification (podcast)).

[11] Arreola, F., Platania, F., Toscano Hernandez, C., Unruh, G. (2024), Systemic entrepreneurship in the digital era: Tesla’s vision and social transformation. Journal of Engineering and Technology Management, Vol. 74.

[12] «Literalmente desafié a Putin a un combate físico uno contra uno por Ucrania y mi sistema Starlink es la columna vertebral del ejército ucraniano. Toda su primera línea colapsaría si lo apagara», afirmó Elon Musk en X el 9 de marzo de 2025.

[13] Crary, A. (2023) The toxic ideology of longtermism. Radical Philosophy 214: 49-57.

[14] Schmachtenberger, D. (2022) Bend not Break #2: Maximum Power and Hyper Agents. Conversación entre Daniel Schmachtenberger y Nate Hagens. The great simplification (podcast)).

[15] Pellizzoni, L. (2018). «Responsibility and ultimate ends in the age of the unforeseeable: On the current relevance of Max Weber’s political ethics». Journal of Classical Sociology. 1-18: «De hecho, lo imprevisible no solo ha ido adquiriendo un papel cada vez más importante en los asuntos humanos, sino que ese papel está experimentando una inversión evaluativa, al concebirse cada vez más como una oportunidad y no como un problema».

[16] Camatte, J. (1973) Errance de l’humanité – Conscience répressive – Communisme. Invariance. Año 6, Serie II N.º 3.

[17] Konings, M. (2018) Capital and Time. For a New Critique of Neoliberal Reason, Stanford University Press, 2018, pp. 67-68.

[18] La expresión es utilizada por Julia Kristeva, en una entrevista con Clotilde Leguil sobre Kristeva, J. (2024) Prélude à une éthique du féminin. Fayard. https://www.youtube.com/watch?v=YtmBu6SJOSQ

[19] Oyarzun, P. (2020). Doing Justice: Three Essays on Walter Benjamin. Polity.

[20] Hui, Y. (2024). Machine and Sovereignty. For a Planetary Thinking. University of Minnesota Press.

[21] Corn, D. (2025). Musk’s Reckless Ebola Cuts Could Lead to Deadly Pandemics. MotherJones 4 de marzo de 2025. https://www.motherjones.com/politics/2025/03/ebola-musk-doge-cuts-usaid-impacts-video/

[22] Corn, D. y Konyndyk, J. (2025). «Musk’s Reckless Ebola Cuts Could Lead to Deadly Pandemics», https://www.youtube.com/watch?v=e2EP54T1UFM&t=1s

[23] Rancière, J. (2000). Le partage du sensible. Esthétique et politique. La Fabrique

[24] Rouvroy, A. (2024). Le nouvel esprit du capitalisme numérique: le tournant spéculatif dans la gouvernementalité à l’ère des machines apprenantes. En: Ménard, M. y Mondoux, A. Intelligence artificielle et société. Machinisme, symbolisme et politique. Presses Universitaires du Québec.

[25] «Lo verdadero (…) es solo el recurso en el camino de nuestro pensamiento» (James, W. (1975), Pragmatism and the Meaning of Truth. Cambridge, MA: Harvard University Press, p. 106).

[26] Varios autores han mencionado recientemente la responsabilidad del pragmatismo de Richard Rorty en el surgimiento de la posverdad (Brassier, R. (2024) «Normas, hechos y formas: el capital como tercera cosa», Marxismo y la Escuela de Pittsburgh, Nuevo Centro de Investigación y Práctica, UCL; Forstenzer, J. (2018) Something Has Cracked: Post-Truth Politics and Richard Rorty’s Postmodernist Bourgerois Liberalism., Harvard Kennedy School, Ash Center Occasional Papers).

[27] Eagleton, T. (1994) «Discourse and discos. Theory in the space between culture and capitalism.» TLS, 15 de julio, p. 3-4.

[28] Crampton, J. (2019) «Platform Biometrics», Surveillance and Society, 17 (1/2), p. 54-62.

[29] Suskind, R. (2004) «Faith, Certainty, and the Presidency of Georges W. Bush», New York Times Magazine, 17 de octubre.

[30] Schmachtenberger, D. (2022) Bend not Break #2: Maximum Power and Hyper Agents. Conversación entre Daniel Schmachtenberger y Nate Hagens. The great simplification (podcast)).

[31] Recientemente, la aparición de Deepseek, el gran modelo de lenguaje chino gratuito, desarrollado en «código abierto» con medios espectacularmente inferiores a los invertidos por los estadounidenses, demostró la fragilidad del «modelo de innovación» estadounidense, proteccionista y que favorece la concentración de recursos en manos de unos pocos «Tech Bros». Ryan Grim y Wakas Ahmed señalaron acertadamente que «el contrato social entre el gobierno estadounidense y Silicon Valley, del que el pueblo estadounidense se ha convertido en una parte involuntaria, era simple: dejaremos que un puñado de «tech bros» se hagan increíblemente ricos y, a cambio, construirán una industria tecnológica que permitirá a Estados Unidos mantener su posición dominante a nivel mundial. En lugar de eso, los «tech bros» han roto el mercado. Se han quedado con el dinero, pero en lugar de seguir innovando y compitiendo, han creado monopolios para impedir la competencia, llegando incluso a pedir ayuda al Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos para bloquear el acceso de los chinos a nuestras tecnologías. Pero no pudieron mantenerse eternamente al margen de la competencia» (https://www.dropsitenews.com/p/deepseek-openai-lina-khan-sam-altman)… Lo que hizo decir, no sin ironía, a Victor Gao que «AI is not American Intelligence» (https://www.youtube.com/watch?v=NZjITpolRBQ)

[32] Moeller, H.-G., y D’Ambrosio, P. J. (2019). «Sincerity, authenticity and profilicity: Notes on the problem, a vocabulary and a history of identity». Philosophy & Social Criticism, 45(5), 575-596.

[33] Deleuze, G. y Guattari, F. (1980) Capitalismo y esquizofrenia. Mil mesetas, Minuit, p. 96.

[34] La expresión está tomada de Stephen Shapiro.

[35] Benjamin, W. (2003[1955]) La obra de arte en la época de su reproducción técnica. Allia. Título original: Das Kunstwerk im Zeitalter seiner technischen Reproduzierbarkeit.

[36] Sobre este tema, véase Lazzarato, M., 2006, «Le pluralisme sémiotique et le nouveau gouvernement des signes. Hommage à Félix Guattari», Transversal, 107, http://eipcp.net/transversal/0107/lazzarato/fr

[37] Cornell, D. y Seely S.D. (2016), «Seven Theses on Trump», https://criticallegalthinking.com/2016/11/28/seven-theses-trump/

[38] Fisher, M. (2009). Capitalist Realism. Zero Books.

[39] Stephen Shapiro alertShapiro, S. (2021) The Lure of Fascism – Algorithmic Neoliberalism and the World-System of Large-Scale Customization. nbsp;Sawyer Lecture, Arizona State University, 9 February 2021, https://www.youtube.com/watch?v=eTWDcRREbuwamp;t=2019s

[40] Jianwei Xun, Ipnocrazia Trump, Musk e la nuova architettura della realtà, Roma, Tlon, 2025

[41] McGowan, T. (2016) Capitalism and Desire. The Psychic Cost of Free Markets, Columbia University Press; Mazzarella, W., Santner, E.L., Schuster, A. (2019) Sovereignty, Inc.: Three Inquiries in Politics and Enjoyment, Chicago University Press.

[42] Dardot, P. y Christian Laval, C. (2009) La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal, La Découverte, 2009, p.15.

[43] Véase, en particular, Reich, C. A. (1964), «The new property», Yale Law Journal, 73: 733.

[44] Read, J. (2023), Fighting for Exploitation As If It Were Rebellion. Spinoza, Marx, and Subjection Today. Graduate Faculty Philosophy Journal, pp. 49-69.

[45] Cornell, D., & Seely, S. (21 de marzo de 2017). «What Has Happened to the Public Imagination, and Why?» Global-e, 10(19) (https://globalejournal.org/print/pdf/node/2760).

[46] Lewis, J. (2024), «Acid Fascism. Nostalgia, Psychedelia, and Radical Right Masulinity», Journal of Bodies, Sexualities, and Masculinities, 5 (1),

[47] La negación de la historia se lleva a cabo perfectamente en la amnesia digital de la ideología datatista.

[48] Sobre este tema, véanse los trabajos del filósofo y psicoanalista Andrzej Leder (2025) «Fascism and the symbolic capital», Seminario de Psicología Política: entre la filosofía y las pasiones, Universidad de Lorena, en línea P4, #22, https://seminairep4.wordpress.com/

[49] Sobre este tema, véase Adorno, T. W. (1951). Freudian theory and the pattern of fascist propaganda. En G. Róheim, Psychoanalysis and the social sciences, Vol. 3, pp. 279–300). International Universities Press.

[50] Balibar, E. (2024) «Sur la catastrophe informatique : une fin de l’historicité ?» Les Temps Qui Restent, 1, https://lestempsquirestent.org/fr/numeros/numero-1/sur-la-catastrophe-informatique-une-fin-de-l-historicite

[51] Cornell, D., & Seely, S. (21 de marzo de 2017). «What Has Happened to the Public Imagination, and Why?» Global-e, 10(19) (https://globalejournal.org/print/pdf/node/2760).

[52] Weymans, W. y Hetzel, A. (2012). «Del universalismo sustantivo al universalismo negativo: Lefort y Habermas sobre la legitimidad en las sociedades democráticas». En: Thesis Eleven, vol. 108, n.º 1, p. 26-43.

[53] Cordero, R. (2020) The Negative Dialectics of Law: Luhmann and the Sociology of Juridical Concepts, Social & Legal Studies, p. 3-18.

[54] Delmas-Marty, M. (2020 [2011]) Une boussole des possibles. Gouvernance mondiale et humanismes juridiques : Leçon de clôture prononcée le 11 mai 2011, París, Collège de France.

[1] La «assetización» es un neologismo que ha ganado popularidad en la última década y que hace referencia a la transformación de algo en un activo. NT.

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