Crecimiento económico no es igual a trabajo…

Por NOEMI GIOSA ZUAZUA (IEF CTA A, IPyPP)

Los trabajos

Semanas pasadas, Amado Boudou, ex-vicepresidente y ex ministro de economía durante la segunda presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, afirmó por radio AM530 en un tono cuestionador a las propuestas de Juan Grabois, lo siguiente: “estar a favor de que haya dos economías [haciendo referencia a la Economía Popular] es estar en contra de la movilidad social ascendente, esto de la economía popular es muy contrario a la idea del peronismo, del kirchnerismo. Está bueno que se empiecen a conocer las propuestas para poderlas desglosar. Nosotros durante los 12 años y medio, lo que intentaron Néstor y Cristina, lo que intentamos, es que cada vez haya más puestos de trabajo formal, para que trabajadores y trabajadoras pudieran resolver su vida material”.

Nunca mejor bienvenidas estas declaraciones pues nos da la oportunidad de reflexionar sobre la visión que predomina en estamentos gubernamentales y también en algunas personas especializadas en temas laborales, de que los graves problemas de déficit de ingresos que se observan en parte de la sociedad argentina se resolverán mediante la creación de empleos, y ello será por medio del crecimiento económico. En sus exposiciones suelen referir a los años transcurridos entre 2003 y 2011. La pregunta crítica es: ¿empleo para quienes?

Hablar de empleos, de puestos de trabajo, es hablar de algo que cada vez resulta más heterogéneo en su calidad: ¿Son puestos asalariados o por cuenta propia? ¿Son asalariados registrados o no registrados? ¿Son cuenta propia profesionales o monotributistas forzados? ¿Son puestos sin segregación de géneros? ¿Son puestos para jóvenes? ¿Son personas contratadas por medias jornadas o por horas? ¿Son contratadas por tiempo determinado? ¿Son puestos de trabajo con ingresos que permiten la reproducción social o son de subsistencia? 

Sin extendernos en un desarrollo analítico es necesario puntualizar que en nuestro país padecemos de un problema estructural, que los estudios especializados categorizan como el “segmento de empleo informal”, que incluye puestos de trabajo de baja calidad laboral y que se caracterizan por no ser demandados por las empresas capitalistas para sus procesos de producción, razón por la cual se los suele denominar como “excedente de fuerza de trabajo”. De cada 100 personas que están en el mercado de trabajo, 45 se ocupan en estas actividades de bajos ingresos que en general no tienen derechos laborales. Cabe aclarar que no se trata de actividades que se desarrollan como contraprestación laboral de planes sociales, aunque en algunos casos se compartan.

También es necesario conocer que en los períodos de elevado crecimiento económico, como fue durante los años 2003 a 2011, si bien se crearon empleos en el segmento formal de la economía, ese tipo de empleos no les llegó a las personas de este segmento informal. Las evidencias -que es necesario mostrarlas al exponer las ideas porque de lo contrario podemos afirmar cualquier cosa- muestran que durante esos años, de cada 10 personas que trabajaban en actividades de subsistencia solo una pasó a ocupar mejores puestos de trabajo del otro segmento de la economía. En síntesis: esos mejores puestos de trabajo fueron ocupados por otras personas trabajadoras, tanto sea ingresantes al mercado de trabajo o personas que rotaron entre empleos.

Por lo tanto, es necesario llamar la atención sobre el hecho de que en la economía argentina existen desde hace décadas dos estratos laborales, es decir, que no se trata de una creación de la noción de economía popular, ni de ninguno o ninguna de sus referentes. El último período de crecimiento lo que evidenció es que la expansión económica no resuelve los problemas de empleo de este otro segmento. Y acá aparece el segundo problema, que radica en la visión arraigada en varios estamentos políticos y gubernamentales encargados del diseño de políticas públicas, de que este grave problema será resuelto con el crecimiento. Cuestionamos esta visión, lo cual no significa negar la necesidad de que la economía argentina se reactive y genere empleos, solo se trata de visibilizar que en la medida en que se sigan los mismos modelos productivos que sanciona el mercado capitalista, la mayor parte de esos mejores empleos no serán ocupados por quienes se encuentran en condiciones de informalidad.

¿De dónde surge esta visión que hoy cuestionamos?

Podemos remontarnos a algunas teorías económicas que relacionan crecimiento con generación de empleo. Pero también podemos retrotraernos a la historia económica y laboral de nuestro país de la era industrialista, cuando crecía el empleo industrial y el de sus actividades encadenadas, al amparo de las políticas de industrialización sustitutiva de importaciones (ISI). Esa etapa donde el crecimiento económico generaba empleo, y empleo asalariado con derechos sociolaborales, estalló con la terminación forzada del proceso de industrialización que llevó a cabo la última dictadura cívico-militar, y se hizo trizas con las políticas neoliberales de los sucesivos gobiernos de Carlos Menem, la desregulación de los mercados, entre ellos el de trabajo, y la promoción de la flexibilización laboral. Se profundizó aún más con el avance vertiginoso de las tecnologías digitales que buscan ahorrar tiempos de trabajo. Todos estos factores delinearon un mundo de trabajo diferente, consecuencia de una estructura y dinámica económica transformada. Decididamente el mundo laboral que existe cuando asumen los gobiernos kirchneristas, ya era otro. Sin embargo, el gobierno de Néstor Kirchner incorporó la premisa -y el lema- de que el empleo era el principal integrador social y que el crecimiento integraría a las poblaciones marginadas, era solo una cuestión de tiempo. Esta idea se ve reflejada en las declaraciones gubernamentales de la época. Solo para ilustrar, las afirmaciones del Ministro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, entonces Carlos Tomada, en la presentación de la Revista del Trabajo Numero 1 publicada por el MTESS en el año 2005, lo evidencia: “Para este gobierno, el empleo está en el centro de las políticas públicas […] De allí la importancia de abogar por un modelo de desarrollo centrado en el empleo de calidad, puesto que, sin trabajo –o con la mayoría de los trabajadores privados de empleo decente– no habrá posibilidades de establecer relaciones laborales modernas” […]“Solo la generación de empleo decente a través del fortalecimiento del vínculo entre crecimiento económico y empleo formal….podría comenzar a paliar la fuerte inequidad regional”.

Pues bien, los objetivos de esas proyecciones no se alcanzaron, o al menos un segmento amplio de la población trabajadora no fue parte de ese empleo de calidad. El sociólogo y político Jorge Taiana lo exponía claramente al recordar los fundamentos para la creación de la CTEP (Confederación de trabajadores de la Economía Popular), en el año 2011, cuando sostenían: “A pesar de que hubo diez años de crecimiento ininterrumpido en nuestra región, aprendimos que el mejoramiento de los indicadores macroeconómicos, el aumento de la productividad, el desarrollo de la tecnología y el incremento en las inversiones no se traduce en trabajo formal y dignidad para todos nuestros compañeros. Comprendimos que en el mercado capitalista no hay ni habrá lugar para nosotros. Observamos cómo desde el Estado, quizás con buenas intenciones, se aborda el problema estructural de la exclusión socio-laboral con asistencialismo encubierto y recetas de ‘flexibilización progresista’, la nueva cara de las ‘teorías del derrame’ que esperan que a la larga el crecimiento del PBI nos resuelva la vida a todos. Frente a este panorama, tenemos dos opciones: conformarnos con subsistir como ‘ciudadanos de segunda’, magramente asistidos por el Estado en las periferias del mercado, o construir una nueva economía que rompa con la lógica de la ganancia, la Economía Popular”. (Prólogo de Jorge Taiana al libro: Economía Popular. Colihue,2017).

En los escritos de las organizaciones sociales de la CTEP, luego transformada en la actual UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular), encontramos un diagnóstico que expresa la convicción de que en la economía estructurada no existe lugar para el conjunto de trabajadores y trabajadoras de la denominada economía popular, y que el crecimiento económico no cambió este panorama.

El diagnóstico negado de esta realidad se traduce en la carencia de políticas públicas que con una proyección de mediano plazo promueva y coparticipe para la organización del trabajo autogestionado de esta población trabajadora, y para el acceso a un ingreso que resuelva las necesidades básicas. Por el contrario, desde los diferentes gobiernos se responde con planes que contienen contraprestaciones laborales y transferencias de ingresos mínimas, que solo alcanza a una parte de esta población, y que si bien se presentan como de corto plazo son reseteados en cada cambio de gobierno. Planes que persiguen a su población perceptora, la cual es vulnerada y criminalizada.

No se trata por tanto de una negación a la movilidad social ascendente, sino de un llamado a la resolución de un problema ya endémico en nuestra sociedad. Propuestas se presentaron varias, oídos se cerraron todos.

Imagen: Laura Velasco, Muestra fotográfica virtual sobre economía popular

Muestra fotográfica virtual sobre economía popular

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