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Las redes del poder en el panorama internacional.

Por OMAR BIONDI (Equipo de Coyunturas). 

La finalización de 2022 nos enfrenta con desafíos inconmensurables en la cambiante dinámica de la realidad internacional. En este sucinto ejercicio narrativo, se intentan identificar algunas dimensiones del poder y tramas de conflictividad compleja que resulta pertinente monitorear de manera permanente a la luz de la imprescindible e ineludible reflexión nacional en torno a nuestros intereses nacionales. En efecto, estamos cruzados por múltiples conflictos, de naturaleza diversa pero que, en muchos casos, permiten observar la trama de interrelaciones ligadas a la diversidad de intereses en juego por parte de las grandes potencias del sistema internacional.

Desde la dinámica financiera del poder, se puede señalar el agravamiento de la delicada situación de volatilidad, incertidumbre y creciente aversión al riesgo por parte de los actores económicos de proyección global, ante el aumento de la conflictividad internacional expresada en las dinámicas de otras dimensiones del poder como la geoestratégica, muy influenciada por el escenario de creciente enfrentamiento entre diversas potencias capitalistas. En este sentido, la decisión tomada por la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos en los últimos meses, orientadas fundamentalmente a una serie de correcciones alcistas de la tasa de interés de los instrumentos financieros de mediano y largo plazo, con el objetivo puesto en el abatimiento de la tasa de inflación creciente, constituye una de las dinámicas conflictivas que impactan en la estabilidad del orden financiero.

Asimismo, estas decisiones deben ser puestas en perspectiva de la inestable e impredecible evolución de la economía de los Estados Unidos y, por cierto, del resto de los países del sistema internacional, ya que tanto las dinámicas de funcionamiento de los mercados de oferta y demanda de bienes y servicios como los consolidados problemas en materia de logística, transporte y suministros que han impactado en el andamiaje de las cadenas globales de valor a partir del agravamiento de la situación pandémica en el bienio 2020-2021, siguen influyendo en las perspectivas de mayor debilidad sistémica y en las percepciones de los actores económicos.

Por su parte, un factor adicional que impacta en la dimensión financiera del poder, es el creciente endeudamiento de países, empresas y familias, no sólo en las áreas más prósperas del Norte hemisférico, sino en diversas regiones del Sur global. Estas tendencias se superponen con abiertas dinámicas especulativas que han caracterizado la evolución de los sectores de la actividad económica ligados a la denominada economía informacional, desde los mercados de monedas electrónicas y las cadenas de bloques (Blockchain, por su acepción en inglés), hasta el cambiante y caótico funcionamiento de los mercados financieros mundiales, que permite observar la gravitante capacidad de desestabilización que ostentan las llamadas empresas tecnológicas, desde Meta hasta Twitter, por citar sólo un par de casos de las configuraciones empresariales dominantes en el espacio geofinanciero occidental. A su vez, la dimensión financiera está crecientemente impactada por el agravamiento del escenario de guerra entre Rusia y Ucrania, lo cual ha llevado al aumento persistente de los precios de alimentos y bienes energéticos, sometidos también a las dinámicas de la especulación financiera.

En este contexto, los mensajes de los principales organismos de crédito internacional, con el Fondo Monetario Internacional (FMI) a la cabeza, señalan periódicas alertas sobre la creciente probabilidad que el sistema económico global afronte un período de profundización de tendencias recesivas en la economía, cuando no directamente la configuración de un proceso de depresión económica, como incluso lo sugieren los análisis de importantes jugadores del sistema financiero internacional.

Ahora, si se observa la dimensión económica-comercial en el sistema internacional, la evolución de la dinámica conflictiva expresada en el orden financiero impacta en cuestiones tan relevantes como la prospectiva de funcionamiento de indicadores de oferta y demanda de bienes y servicios, perspectivas de financiamiento para inversiones productivas y las tendencias comerciales regionales en el corto y mediano plazo. En efecto, si se pone el foco en la evolución de las relaciones comerciales económicas internacionales de los últimos años, se han observado dos grandes tendencias que pueden identificarse. Por un lado, el deterioro creciente de las perspectivas de crecimiento del comercio internacional, que ya era visible en el contexto de la realización de la última cumbre relevante de la Organización Mundial de Comercio (OMC) desarrollada en Argentina a fines de 2018. Por el otro, la mayor conflictividad comercial, materializada en el aumento de los contenciosos y diferendos comerciales; en ese plano, las disputas crecientes entre Estados Unidos y China, intensificadas desde la administración del ex Presidente Donald Trump, constituye un capítulo relevante en la configuración de las relaciones comerciales internacionales. En este aspecto, también deben identificarse las particulares situaciones de excepcionalidad que están ligadas al carácter estratégico de ciertos sectores como el de las telecomunicaciones, industria hidrocarburífera, minerales críticos y fabricación de semiconductores, microchips y equipamiento tecnológico complejo, por citar algunos de los más significativos. Si se pone el foco en el desarrollo de la tecnología y los medios de proyección y despliegue del 5G, se puede auscultar la particular dinámica conflictiva que enfrenta a actores muy potentes de la economía de datos global como las chinas Huawei, Tencent y otras, o las estadounidenses Meta, Google o Twitter. Ciertamente, en este punto se identifican diversos mercados en los que este tipo de actores juegan un rol fundamental en la configuración de las tendencias observadas.

Por otro lado, en el orden de la dimensión económica comercial, las tensiones en aumento en los mercados de bienes alimenticios y energéticos configuran situaciones muy preocupantes. En concreto, el escenario de guerra ampliada entre Rusia y Ucrania se ha consolidado en términos de su potencial disruptivo en la dinámica económica y comercial de Eurasia y, por extensión, ha influido en la creciente incertidumbre en lo que respecta a la evolución regional y mundial de los mercados de commodities energéticos y cerealeros. El hecho que tanto Rusia como Ucrania sean actores de peso gravitante en la comercialización de trigo, girasol, cebada, fertilizantes y químicos, entre otros bienes fundamentales para las cadenas productivas agroalimentarias es tan sólo una cara de la problemática. Junto con ella, el potencial desestabilizador de un conflicto armado que se perpetúa en el tiempo, se extiende al funcionamiento desequilibrado de las corrientes comerciales y productivas en toda Europa y en mercados de África, América Latina y Asia, configurando una situación de peligrosa inestabilidad global en lo atinente a suministros básicos como son los alimentos y la energía, que están bajo el impacto de precios en aumento, lo cual es un combustible permanente tanto para la dinámica inflacionaria como para la consolidación de conflictos económicos y sociales que tienen una fuerte incidencia en la profundización del deterioro de la desigualdad, tendencia que ya ha sido observada en el avance de los procesos globalizadores que caracterizaron las décadas de los ‘90 y la primera década del siglo XIX, hasta el estallido de la crisis financiera de 2008.

Por su parte, la evolución de la dimensión geoestratégica está fuertemente impactada por las dinámicas descritas anteriormente. En este orden de cuestiones, la conflictividad creciente se observa en la centralidad estratégica de nodos regionales territoriales que pueden identificarse en las distintas geografías. Esas configuraciones espaciales productivas, tanto dentro de los territorios de los Estados nacionales como en importantes espacios transfronterizos, son impactadas de modos muy diversos al calor del aumento de las dislocaciones logísticas, del empeoramiento de las perspectivas de normalización del funcionamiento de los mercados de oferta y demanda y de las prospectivas de inversión esperadas. Asimismo, los dos grandes actores con capacidad de proyección e influencia globales, Estados Unidos y China, parecen intensificar sus disputas por delegación en diversos territorios que constituyen tanto espacios de circulación productiva significativos, como áreas promisorias para el avance de proyectos extractivos a gran escala en las áreas de hidrocarburos y minerales críticos.

Si pensamos en Argentina, se pueden mencionar tres grandes áreas geográficas significativas desde este enfoque que cruza geopolítica y geoeconomía. Por un lado, la centralidad creciente del espacio de explotación hidrocarburífera no convencional en Vaca Muerta, atraviesa intereses de diversa índole. Allí gravitan los actores nacionales y subnacionales de gobierno, junto con actores corporativos nacionales y trasnacionales y diversas organizaciones de la sociedad civil. Estos entramados configuran relaciones que suelen ser muy difusas y, por ende, el abordaje sistémico suele ser muy problemático, lo cual debilita las capacidades de intervención sobre estas mismas realidades en dos grandes orientaciones, tanto las enfocadas en materia regulatoria como extractiva. Por otro lado, un espacio transfronterizo vital en la actual coyuntura como trama en disputa, es el denominado triángulo del litio, que tiene sus propias complejidades multidimensionales tanto en Argentina, como en Bolivia y Chile. Tanto los actores, los intereses en juego como las configuraciones de los entramados que es importante identificar, constituyen una realidad compleja que es no sólo un nuevo pendiente geoestratégico, sino un espacio abierto a la recreación del diseño institucional en términos regulatorios y extractivos.

Por último, el gran espacio de la denominada red navegable troncal del complejo Paraguay Paraná, configura un escenario relevante para la circulación de mercancías agroalimentarias que suelen tener destino de exportación a grandes mercados mundiales. En este punto, las dinámicas de circulación y exportación están impactadas por la relativa capacidad de maniobra de los actores involucrados, que también constituyen un delicado entramado público-privado, nacional-subnacional, nacional-trasnacional, que resulta fundamental identificar y comprender. Por ende, desde la dimensión geoestratégica, se han mencionado solo tres configuraciones espaciales que es importante monitorear de manera permanente, mientras que podrían señalarse otras dinámicas conflictivas potenciales en el sur del país o en las regiones mediterráneas, del noroeste, noreste y cuyana, que expresan clivajes que atraviesan el potencial acceso y/o posible explotación de fuentes de bienes hídricos, minerales y alimentarios. En tal sentido, la puja en torno a la tierra como factor productivo atraviesa también realidades, temporalidades y percepciones de gran complejidad y diversidad.  

Por otro lado, desde la dimensión geoestratégica aludida, pueden observarse las dinámicas conflictivas que cruzan las pujas en los grandes espacios marítimos en distintas geografías. Así, desde la relevancia de grandes nodos o hubs portuarios logísticos, fundamentales para el andamiaje del tráfico marítimo internacional, hasta la adopción por parte de los Estados ribereños de capacidades de acceso, control y/o denegación de acceso externo, proyección, presencia, vigilancia y policiamiento marítimos, se pueden identificar nudos problemáticos en los que nuevamente se identifican actores diversos con intereses en conflicto y con tensiones multidimensionales a la hora de pensar las potencialidades productivas del mar.

Así, tanto la dimensión económica materializada en las actividades de explotación ictícola como aquellas ligadas a la explotación de minerales e hidrocarburos, como la dimensión ambiental, concretada en el avance de querellas socio-políticas ligadas a las encrucijadas que los diversos actores identifican en el ambiente marítimo, reconfiguran las tensiones hacia escenarios de difícil prognosis, más aún en un contexto internacional en el que los mares se han convertido en espacios estratégicos para la consolidación de los intereses de los Estados ribereños. En esta materia, la realidad de la República Argentina aparece con una variada trama de complejidades, en la que actores, intereses en disputa y procesos efectivos de ocupación de los espacios marítimos, constituyen ejes centrales de los nudos problemáticos que enfrenta un país bicontinental y con la posibilidad de desarrollar políticas integrales en una plataforma continental extendida que es uno de los espacios más vastos en todo el sistema internacional.

La configuración dinámica de los espacios marítimos en el Atlántico Sur suma, entonces, la identificación de un conflicto de larga data con una potencia ocupante, Gran Bretaña, que proyecta presencia y control marítimos desde las islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur hacia los espacios marítimos circundantes y en perspectiva de la ampliación estratégica hacia el continente antártico. Todo ello constituye un desafío mayúsculo para la integridad soberana de un Estado ribereño como el argentino, cuyo 63% de territorio es marítimo. Asimismo, la perpetuación de la política de hechos consumados perpetrada por Gran Bretaña en el Atlántico Sur, consolida un escenario inestable y amenazante para los intereses nacionales estratégicos. 

En la perspectiva descriptiva y analítica de la evolución de los intereses marítimos nacionales, los nudos problemáticos que cruzan las potencialidades de las explotaciones económicas en las actividades ictícolas e hidrocarburíferas en el Atlántico Sur, se recortan contra la mirada proveniente de la dimensión ambiental, que pone el foco en la preservación de la biodiversidad marina en diversas regiones de la plataforma continental argentina, la creación de áreas marinas protegidas con fines de sistematización de conocimientos científicos y de preservación de ambientes marinos específicos y la preservación del medio marino antártico en el contexto del avance de la agenda climática y su repercusión en la perdurabilidad de las políticas ligadas a las áreas polares.

Ciertamente, hay otras dimensiones del poder, como la tecnológica, que interpelan especialmente la reconfiguración espacial y temporal de un sistema internacional fluido, inestable, incierto y plagado de obstáculos, limitaciones y conflictos que se expresan en las interrelaciones dinámicas de las mismas dimensiones del poder. En el juego de la tecnología, la variedad de vinculaciones posibles orienta las perspectivas descriptivas y analíticas desde aquellas innovaciones tecnológicas que impactan decisivamente en estrategias de uso dual, hasta el inconmensurable y, por momentos, inasible mundo de lo intangible, lo inmaterial, todo aquello que tiene que ver con las tramas de intensificación de las rentabilidades ligadas a la información como fuente de valor en los mercados mundiales. En esos riesgosos escenarios, que atraviesan realidades muy desequilibradas en términos de capacidades de poder, también se dibujan perspectivas de tramas público-privadas, nacionales-trasnacionales, que resulta imprescindible identificar más temprano que tarde.

En tal sentido, el tejido científico-tecnológico nacional, urdido en cambiantes escenarios de planificación discontinua durante más de setenta años de historia contemporánea, ha logrado sobrevivir a intensos y variados desafíos político-institucionales, económicos, sociales y culturales. Esa misma persistencia de lo tecnológico como fuente de poder, materializado en áreas de capacidad innovadora nacional, como la nuclear y la aeroespacial, por citar dos de los entramados fundamentales, recrea la perspectiva proyectiva y hacedora nacional como un campo de realizaciones no sólo necesarias en términos político-estratégicos, sino factible técnica y operativamente y viable social y económicamente. 

Finalmente, las dinámicas cambiantes del poder aquí enfocadas y las vivas vinculaciones multidimensionales que se desprenden del caótico devenir de los asuntos internacionales observados en la coyuntura actual, son sólo fotos o instantáneas de películas en movimiento que se escenifican en cambiantes y difusas espacialidades y temporalidades, aquellas propias de estos tiempos tan inasibles como oscuros, tan desafiantes como riesgosos, tan plenos de utopías comunitarias anheladas, como de distopías persistentes que parecen perpetuarse al son de la omnipresencia de las  tecnologías inmateriales que pueblan nuestras vidas.

Ante esa encrucijada, ser y estar en comunidad, en la tierra que habitamos, para reconstituir un horizonte común de futuros posibles, es una primera e ineludible tarea. 

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