Empresa Pública de Alimentos: Una utopía que nos permita compartir la tierra

JULIAN FERRERO (concejal rosarino por Ciudad Futura), DÁMARIS PACCHIOTTI (Directora de la Empresa Pública de Alimentos), JOAQUÍN BLOCH (Jefe de producción de la Empresa Pública de Alimentos) y ANTONIO SALINAS (Presidente del Partido Para la Ciudad Futura).

Condiciones de posibilidad

De resistir produciendo desde el último tambo de Rosario a la puesta en marcha de la primera planta industrial de la Empresa Pública de Alimentos del país. Vivimos en un país que puede alimentar a 400 millones de personas y en una región de la denominada “zona núcleo”, que se sostiene además desde hace muchos años en el top tres de nodos portuarios agroexportadores del mundo. Sin embargo, los alimentos siguen siendo un privilegio de pocos y un problema de muchos. La concentración de la tierra y los medios de producción junto a los formadores de precio que se quedan con márgenes obscenos de ganancia conforman un cuadro crítico donde los consumidores pagan cada vez más y a los productores les llega cada vez menos.

Hemos repetido (y hecho) hasta el cansancio en estos 10 años de luchas y producción que discutir los alimentos en la Argentina es discutirlo absolutamente todo: el acceso a la tierra y su concentración, la lógica del agronegocio y un modelo de campo sin campesinos, la primarización de la actividad agropecuaria, la peligrosidad de los agrotóxicos, el desequilibrio de los ecosistemas, los problemas ambientales asociados a la expansión de la frontera agrícola, el desplazamiento de las personas a las grandes ciudades, la desigual distribución social de cargas y beneficios en las cadenas de valor de los alimentos, la falta de planificación estatal para la circulación y el acceso a la comida, la concentración en pocos grupos de la producción de alimentos y su rol en la construcción de los precios, la dieta y la salud de nuestro pueblo, entre otras. Incluso, problemáticas tan trascendentales como la pobreza y la indigencia, calibradas en base al acceso a la Canasta Básica Alimentaria, que determinan en lenguaje técnico y un tanto indiferente cuántos de nuestros compatriotas no llegan a comer lo suficiente para vivir bien y cuantos zafan la comida, pero no llegan a mucho más.

Tanto el Estado como el mercado han demostrado su ineficacia a la hora de resolver el nodal problema del acceso a los alimentos. El modelo de acuerdos con los grandes formadores de precios de la Argentina no funcionó, limitar o congelar precios por cortos periodos de tiempo sin cambiar o profundizando las condiciones estructurales que fundamentan que dos o tres grupos económicos controlen la palanca que calibra los precios que nos encontramos todos en las góndolas claramente fracasó y, muy probablemente haya contribuido al agravamiento del problema. Pero también la teoría (supuestamente) actual de la desregulación total y la libre competencia ha llevado, por ejemplo, a tener los niveles de consumo de carne más bajos de los últimos 100 años y más de 1 millón de niñas y niños que se van a dormir sin cenar en el país de las vacas y la soja.

Por todo lo anterior, la Empresa Pública de Alimentos (EPA) es una política pública nacida y criada “al revés”, de abajo hacia arriba y desde las periferias. Ideada en plena pandemia, en medio de colapsos, crisis, urgencias y algunas (pocas) esperanzas. Una política pública concebida como potenciadora del entramado productivo y social con rostro humano que existe y resiste en nuestro país y, a su vez, una política pública de acceso a los alimentos para las ciudades, producidos en cercanía, saludables y económicos. Una política pública que busca resolver lo urgente aportando a soluciones de lo importante, que busca compatibilizar, al decir de Gramsci, “las exigencias del momento actual con las exigencias del futuro, el problema del ‘pan y la manteca’ con el problema de la revolución”, convencidos de que en el uno está el otro.

Ahora bien, concretamente, ¿qué es la Empresa Pública de Alimentos?  La EPA está diseñada para funcionar como una corporación pública destinada a la producción y comercialización de alimentos, conformada por una planta fraccionadora de productos de consumo masivo y un conglomerado de cooperativas y empresas asociadas de diferentes escalas que trabajan para garantizar el acceso a los alimentos de calidad a un precio justo.

Es decir, apostamos a un concepto de lo público que no es estatal, sino social. Porque no es una empresa de capitales privados, ni tampoco del Estado, sino que está impulsada y sostenida por distintas cooperativas, emprendimientos y organizaciones de la sociedad civil. Su propósito no es sólo bajar los precios, sino generar un modelo productivo diferente.

Con esto, no se busca poner al Estado a producir y competir con quien produce. Por el contrario, se trata de que el Estado fortalezca y organice a los que ya producen. Un Estado que aporte, articule e invierta en los eslabones de la cadena de producción y consumo donde se producen concentraciones, abusos y distorsiones. Al día de hoy la Empresa Pública de Alimentos cuenta con una primera planta industrial en la ciudad de Rosario impulsada por Ciudad Futura y algunas más se encuentran en planificación en otras provincias de la Argentina. Esta política ya está en marcha desde la gestión social y a disposición de los gobiernos de los distintos niveles del Estado que pueden hacer, con decisión política, de esta iniciativa una solución de fondo a uno de los grandes y más dramáticos problemas de nuestro tiempo.

¿Por qué no volver a soñar un campo con agricultores, donde la gente pueda quedarse a vivir en la tierra donde nació, para que la realización de techo, tierra y trabajo del pueblo no implique desplazarse cientos o miles de kilómetros hacia los grandes conglomerados urbanos? ¿Por qué no soñar con que un nuevo modelo de producción de alimentos con el horizonte puesto en la soberanía alimentaria puede ser el primer paso en la construcción de ciudades equilibradas, donde desde la proximidad le demos lugar a una nueva cultura productiva-ambiental garantizando la prosperidad de la comunidad?

Estamos convencidos que para responder a lo anterior hay que ubicar a las ciudades y a los gobiernos locales como protagonistas. Ciudades que promuevan activamente a los productores locales jerarquizando a los consumidores conscientes que paguen un precio justo por comprar alimentos sanos, planificar circuitos cortos de comercialización y proponer espacios de comercio de cercanía, dotar de herramientas de fortalecimiento productivo dirigidas al servicio del agregado de valor y el trabajo, explorar otras institucionalidades públicas, privadas y de gestión social. Algunas de todas estas son nuestras ideas, y sabemos que es un modelo no solo deseable sino que hoy mostramos que es posible.

Si la gente de nuestros pueblos, comunas y pequeñas localidades fue expulsada conforme avanzaba y se consolidaba en nuestro país el éxodo rural, acelerado por el proceso de concentración de la tierra con el paquete del agronegocio, vía sojización, monocultivo y agrotóxicos, construir nuevas plataformas productivas locales que generen trabajo y arraigo es una tarea imprescindible. Si la gente abandonó su tierra porque allí dejó de encontrar las oportunidades que le permitan materializar su proyecto de vida, el desafío será volver a generar esas condiciones mínimas para asegurar que las personas puedan organizarse de cara al futuro.

Por esta razón, con la Empresa Pública de Alimentos buscamos no sólo construir una unidad productiva necesaria en tiempos de hambre y pobreza generalizada, si no, un dispositivo estratégico que pueda movilizar energía y recursos hacia la regeneración de los entramados productivos locales, promoviendo oportunidades al servicio de nuestra comunidad y estableciendo un vínculo armonioso entre la gente y su territorio, respetando y preservando su entorno y ecosistemas.

La ética de hacer lo que decimos: la primera Planta industrial de la Empresa Pública de Alimentos en Rosario.

Somos conscientes que estos cambios estructurales llevan tiempo, y es por eso que debemos arrancar ya, aquí y ahora. Por eso, inauguramos la primera Planta Local de Fraccionamiento en una nave de 1100m2 ubicada en el sudoeste de Rosario, donde se reciben los granos de la siembra recién cosechada del campo, se acondicionan, muelen, fraccionan, empaquetan y se producen unidades nutricionales para su distribución y comercialización.

La capacidad instalada en nuestra planta nos permite procesar alrededor de 400 toneladas mensuales de alimentos nutritivos producidos en las cercanías de Rosario. Para tomar conciencia del volumen de producción podemos afirmar que con decisión política de los distintos niveles del Estado se podría llegar con unidades nutricionales básicas a todas las familias que están por debajo de la línea de la indigencia en nuestra ciudad.

La EPA, en esta primera experiencia a través de su Planta Fraccionadora de cereales, legumbres y demás productos secos, puede abastecer de alimentos básicos y nutritivos como lentejas, Arroz, Harina de trigo, harinas de legumbres, Polenta, Azúcar, Garbanzos, Porotos, Arvejas y Yerba, entre otros.

El sistema funciona con una red de pequeños y medianos productores de alimentos que venden a granel a la planta, encargada del fraccionamiento, la molienda, la limpieza y clasificación de granos. El principal objetivo es achicar costos quitando intermediarios y concentradores en la cadena de valor de los alimentos a partir de la incorporación de maquinaria y herramientas en nuestra planta capaces de realizar esos mismos procesos que se encuentran concentrados. Esta operación nos permite apoyar a los productores regionales y trabajar en conjunto para garantizarles un mejor precio final. A pocos meses de la puesta en marcha de la EPA ya contamos con algunos productores agrícolas que siembran e incorporan cultivos a sus campos a partir de compras previamente pactadas.

En cuanto a la comercialización de los productos, establecimos una alianza estratégica con la Federación de Cooperativas Federadas (FECOFE), para ofrecer cajas de alimentos totalmente cooperativos a distintas organizaciones y colectivos sociales, alcanzando un ahorro de entre 35% y 40% para los consumidores.

Estas cajas, en sus diferentes versiones, se comercializan a través de diferentes canales. En primer lugar se organizaron ciclos mensuales con consumidores organizados a través de Sindicatos docentes como COAD, AMSAFE y SADOP, a los que se sumaron muchos otros sindicatos e instituciones tales como Centros de Jubilados, empresas, organizaciones sociales, municipios y comunas.

En una segunda instancia, se inició un canal de venta directo a consumidores finales, organizando puntos de entrega ubicados estratégicamente en la ciudad, abarcando todo el territorio municipal y llegando según puede verse en los momentos de los retiros de las Cajas a todo tipo de barrios y composiciones familiares de la ciudad. En paralelo, se avanza con la estrategia de ubicar los productos en góndola, para posicionar la marca EPA en todo el territorio de la Provincia, como referencia de alimentos de calidad, precio justo y producción local y cooperativa.

Además, una segunda planta de la EPA se encuentra en desarrollo, en este caso para la producción de Barras Nutricionales producidas a partir de harinas de cereales y legumbres, lo que redunda en un importante aporte proteico especialmente pensado para niños y niñas en edad escolar. Esta unidad de negocio ya cuenta con una línea de producción integrada por mezcladora, laminadora, horno de gran porte y envasadora.

Las barras nutricionales serán de las pocas en el mercado sin presencia de octógonos dispuestos por la Ley de Etiquetado Frontal y al ser la materia prima fundamental de las mismas procesada en la primera planta de la EPA se podrán reducir mucho los costos de producción para hacerlas accesibles. El equipamiento existente será capaz de producir 9.000 unidades diarias.

De este modo, la Empresa Pública de Alimentos es la prueba empírica de que lejos de resignarse a insistir con recetas probadas que ya fracasaron o solo maquillaron los grandes problemas de nuestro tiempo y de nuestra gente, los partidos políticos del siglo XXI tenemos que ofrecer una, dos o cientos de alternativas reales y concretas que se propongan resolver el ahora y el mañana, lo urgente a la vez que lo importante… porque como dice el Gabo, creemos que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra.

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