Prólogo al libro Feminismos y ruralidades. Trabajos, cuerpos y resistencias

Prólogo al libro Feminismos y ruralidades. Trabajos, cuerpos y resistencias (Sabrina Logiovine, Vanina Bianqui –comp.), Red Editorial, 2023.

MARIA APARECIDA DE MORAES SILVA  (Profesora del Programa de posgrado de Sociología de la Universidad Federal de São Carlos, Investigadora del CNPq, Coordinadora del repositorio digital Vozes e Memórias: https://vozesememorias.com.br/)

Con mucho interés leí el libro, Feminismos y Ruralidades…, compilado por las investigadoras Sabrina Logiovine y Vanina Bianqui. El libro se compone de ocho capítulos referentes a las investigaciones de las autoras -Verónica Trpin y Carolina Diez, Vanina Bianqui y Sabrina Logiovine, Noelia Vera y Yasmín Dávalos, Mariela Pena, Alejandra Santiago, Julia Lombardi Mayan y Macarena Mercado Mott, María Muro, Alejandra de Arce y Laura Lorena Leguizamón-, además de un capítulo de cierre, donde son descritos los ingredientes utilizados para la producción  de la cocina del libro, es decir, las ideas creadoras, las reflexiones acerca de las metodologías, de los conceptos, de los propósitos acerca de una mirada crítica en el sentido de búsqueda de un horizonte de transformación social, allende una reflexión autocrítica. Una reflexión descolada de una visión urbanocéntrica, construida a partir de los lugares sociales de las autoras, como mujeres de la ciudad, académicas y de clase media. Este rasgo es el reflejo de la manera de cocinar el libro, no solamente siguiendo la receta, sino por medio de un proceso dialéctico de producción de conocimiento y saberes entre investigadoras.

Muchos son los aspectos importantes del libro, los cuales serán percibidos por los/as lectores/as. Voy a destacar algunos, según mi experiencia de vida y de investigadora de la vida de hombres y mujeres del campo en Brasil, mi país.

Las innumerables realidades sociales presentadas por medio de investigaciones empíricas fueron poco a poco desvelando muchas similitudes con la vida de mujeres del campo en Brasil. Sin embargo, en varios momentos de la lectura, muchos recuerdos de mi memoria fueron emergiendo. Al contrario de las autoras, mi infancia fue en el campo (años 1940-50). Soy hija de ocupantes, de pequeños agricultores, productores de café y tamberos en la provincia de São Paulo en Brasil. Así que, desde muy pequeña, mi padre nos llevaba al campo para ayudar en la plantación de café. Nuestras tareas (la mía y de mis hermanitas) consistían en cubrir los plantones de café con palos, formando una casita para protegerlos del sol. Además de esta tarea, ayudábamos a mi madre en la industria doméstica -preparando los dulces, la harina de yuca, y las carnes- y también en la alimentación de gallinas, puercos y en la huerta. Mi padre y mi hermano se encargaban de la producción de leche. Era un mundo social basado en la solidaridad mecánica, según la definición de E. Durkheim. Había una distribución de carne fresca (bovina y de cerdos) entre los vecinos, los hermanos/as de mis padres, y era una manera de estrechar vínculos de amistad y de parentesco. La carne era llevada por nosotras. Era un intercambio de cosas, muy similar al que Mauss ha definido como “don”, es decir, el acto de dar, recibir y retribuir.

La experiencia de vivir en el mundo rural me ha dado soportes, desde hace muchos años, para cuestionar muchos conceptos e interpretaciones acerca de la vida de las personas del campo, incluso previo a realizar investigaciones sociológicas. En muchas ocasiones, las autoras del libro, a partir de la realidad empírica, muestran la necesidad de deconstruir conceptos y planteamientos como: separación entre trabajo productivo y reproductivo, división sexual del trabajo, doble jornada, trabajo en la casa, el cuidado, trabajo familiar, etc.

En realidad, la separación entre las esferas productivas y reproductivas es el reflejo del patriarcado vigente y entrelazado al capitalismo. Allende criticar la invisibilidad de este trabajo, hay que considerar que tal como plantean S. Federici, M. Della Costa, R. Schotz, y otras representantes del feminismo crítico -sobre todo de la teoría del valor marxiano-, el trabajo no pago en la casa es una forma de aumentar los niveles de la acumulación del capital y mantener a las mujeres en relaciones subordinadas ante los hombres.

En cuanto al trabajo familiar, hay la negación del trabajo infantil y de las mujeres. De la misma manera que sucede con la interpretación respecto del trabajo reproductivo, el trabajo familiar es fruto de la ideología del patriarcado; cuya concepción se encuentra al servicio de los intereses de los representantes del neoliberalismo, en contrapartida a las reflexiones de vida de ser campesino/a.

En relación a la división sexual del trabajo, los ejemplos en el libro son numerosos.  Las mujeres tienen jornadas extensas y yuxtapuestas, algo que nos “encima todo”, según las palabras de una participante de la investigación. Una situación semejante he encontrado hacia finales de la década del ‘90 en una región de campesinos migrantes de São Paulo contratados para el trabajo en los cañaverales en una zona llamada Vale del rio Jequitinhonha, ubicada al norte de la provincia de Minas Gerais. En aquel momento, uno de los objetivos de la encuesta era conocer el uso del tiempo de las mujeres, a partir de un modelo producido por las investigaciones en las zonas urbanas, con obreras de las industrias en la ciudad de São Paulo. Durante la encuesta, una campesina llamó mi atención, con estas palabras: “Acá, no tiene esta cosa de tiempo dividido; la mujer rueda sin parar; hace acá, hace allá, en el tiempo todo”. La mujer es como ingenio, rueda sin parar. El mismo sentido de los testimonios de las mujeres del libro. No hay una división del tiempo de la jornada, pero sí una yuxtaposición de los haceres.

Otro punto importante de las investigaciones se refiere al cuidado, como elemento crucial para mantener las relaciones sociales y subjetivas en el interior de la familia y también con otras personas por medio de los circuitos comunitarios del cuidado. La experiencia de los comedores en Buenos Aires es el resultado del despliegue del acto de cuidar, de mantener no solamente las formas de supervivencia, sino las formas de existencia. Las condiciones de vulnerabilidad de las viviendas, de las mujeres y niños y la situación de hambre permanente son disminuidas por el trabajo del cuidado, del común pertenecer, de la ayuda mutua entre las mujeres. Es una práctica colectiva que enseña una manera de vivir, o más bien, una manera de equilibrio en el filo de la navaja. Práctica colectiva tejida en las “tramas de cuidado”, como sostienen las autoras en uno de los capítulos para dar cuenta de una organización social específica en torno a la producción, circulación y consumo de alimentos, en un particular contexto como el de emergencia social y sanitaria.

La emergencia de formas cotidianas de resistencia (Scott) está involucrada a diversas acciones colectivas producidas en los espacios del cotidiano y de las instituciones. Por medio de la metodología de las trayectorias, fue posible establecer el camino de las formas de resistencia y toma de conciencia de las mujeres. Vale la pena destacar los planteamientos acerca del rol del Estado y de las políticas públicas acerca de las cuestiones de género a lo largo de la historia política de Argentina y el análisis crítico.

Los temas analizados en los capítulos siguen la línea metodológica y teórica donde los aspectos macros y micros se involucran. Las encuestas etnográficas traen el universo micro, lleno de detalles acerca de la vida cotidiana. A su vez, los temas relativos a las asociaciones, al Estado, a las políticas públicas son situados históricamente en sus condicionantes económicos, políticos y sociales. En este sentido, el libro trae una contribución muy relevante a los estudios rurales, a partir del enfoque de género, clase y etnia. Desde la perspectiva de los cuerpos femeninos que trabajan, sufren, aguantan el trabajo diario y la lucha por su existencia y la de sus hijos.

La desconstrucción de la división de los espacios productivo y reproductivo constituye el eje principal del libro, al cuestionar la economía política, que negligencia el trabajo femenino, y al mismo tiempo crea las bases para una economía política feminista decolonial. En este sentido, las mujeres son retiradas de las sombras, son sujetos de la historia y son productoras de alimentos y de la vida. También son participantes activas del proceso de acumulación capitalista en la medida que, con sus trabajos no pagos, los niveles de sobreexplotación aumentan. El contenido del libro retira las máscaras del proceso de acumulación de riquezas y puede ser una palanca preciosa para la toma de consciencia en la búsqueda de un proyecto de transformación social y descolonización de los cuerpos y almas de las mujeres pobres del campo y de las ciudades.

Ojalá, las ideas centrales del libro puedan contribuir para que haya verdaderos cambios estructurales en Argentina y por extensión en Brasil y otros países de América Latina, espacios transformados en territorios de commodities para el mercado global, en cuanto millones de personas sufren de inseguridad alimentaria y hambre. Los hallazgos de las investigaciones apuntan a la construcción de utopías libertadoras. Los testimonios de las mujeres son voces inquietantes. Voces que necesitan ser escuchadas y no más silenciadas.

Mucho más podría ser escrito en este prólogo. Me quedo con estas palabras y con la esperanza que los frutos de este libro serán llevados a muchos espacios, más allá de los muros de las universidades. Como en la canción de Milton Nascimento, el artista debe estar donde el pueblo está, yo diría, los/as maestros/as deben estar donde el pueblo está.

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