Algunas claves del sistema internacional y el lugar de la Argentina.

Por EQUIPO DE POLÍTICA EXTERIOR DEL IPYPP Y COYUNTURAS

La finalización de 2023 nos enfrenta con desafíos inconmensurables en la cambiante dinámica de la realidad internacional. En este sucinto ejercicio narrativo, se intentan identificar algunas dimensiones del poder y tramas de conflictividad compleja que resulta pertinente monitorear de manera permanente a la luz de la imprescindible e ineludible reflexión nacional en torno a nuestros intereses nacionales.

Desde la dinámica financiera del poder, se puede señalar el agravamiento de la delicada situación de volatilidad, incertidumbre y creciente aversión al riesgo por parte de los actores económicos de proyección global, ante el aumento de la conflictividad internacional expresada en las dinámicas de otras dimensiones del poder como la geoestratégica, muy influenciada por el escenario de creciente enfrentamiento entre diversas potencias capitalistas.

Asimismo, esta situación debe ser puesta en perspectiva de la inestable e impredecible evolución de la economía de los Estados Unidos y, por cierto, del resto de los países del sistema internacional, ya que tanto las dinámicas de funcionamiento de los mercados de oferta y demanda de bienes y servicios como los consolidados problemas en materia de logística, transporte y suministros que han impactado en el andamiaje de las cadenas globales de valor a partir del agravamiento de la situación pandémica en el bienio 2020-2021, siguen influyendo en las perspectivas de mayor debilidad sistémica y en las percepciones de los actores económicos. En este sentido, las estrategias de nuevos regionalismos a partir de las dinámicas logísticas impactadas por lo que se llama cadenas cortas regionales de valor (reshoring, nearshoring), pueden configurar un nuevo escenario de las disputas económicas, comerciales y financieras en el fragmentado orden mundial.

Por su parte, un factor adicional que impacta en la dimensión financiera del poder, es el creciente endeudamiento de países, empresas y familias, no sólo en las áreas más prósperas del Norte hemisférico, sino en diversas regiones del Sur global. Estas tendencias se superponen con abiertas dinámicas especulativas que han caracterizado la evolución de los sectores de la actividad económica ligados a la denominada economía informacional, desde los mercados de monedas electrónicas y las cadenas de bloques (Blockchain, por su acepción en inglés), hasta el cambiante y caótico funcionamiento de los mercados financieros mundiales, que permite observar la gravitante capacidad de desestabilización que ostentan las llamadas empresas tecnológicas, desde Meta hasta Twitter, por citar sólo un par de casos de las configuraciones empresariales dominantes en el espacio geofinanciero occidental.

Ahora, si se observa la dimensión económica-comercial en el sistema internacional, hay dos grandes tendencias que pueden identificarse.

Por un lado, el deterioro creciente de las perspectivas de crecimiento del comercio internacional, que ya era visible en el contexto de la realización de la última cumbre relevante de la Organización Mundial de Comercio (OMC) desarrollada en Argentina a fines de 2018. Por el otro, la mayor conflictividad comercial, materializada en el aumento de los contenciosos y diferendos comerciales; en ese plano, las disputas crecientes entre Estados Unidos y China, intensificadas desde la administración del ex Presidente Donald Trump, constituye un capítulo relevante en la configuración de las relaciones comerciales internacionales. En este aspecto, también deben identificarse las particulares situaciones de excepcionalidad que están ligadas al carácter estratégico de ciertos sectores como el de las telecomunicaciones, industria hidrocarburífera, minerales críticos y fabricación de semiconductores, microchips y equipamiento tecnológico complejo, por citar algunos de los más significativos. Si se pone el foco en el desarrollo de la tecnología y los medios de proyección y despliegue del 5G, se puede auscultar la particular dinámica conflictiva que enfrenta a actores muy potentes de la economía de datos global como las chinas Huawei, Tencent y otras, o las estadounidenses Meta, Google o Twitter. Ciertamente, en este punto se identifican diversos mercados en los que este tipo de actores juegan un rol fundamental en la configuración de las tendencias observadas.

Por otro lado, en el orden de la dimensión económica comercial, las tensiones en aumento en los mercados de bienes alimenticios y energéticos configuran situaciones muy preocupantes. En concreto, el escenario de guerra ampliada entre Rusia y Ucrania se ha consolidado en términos de su potencial disruptivo en la dinámica económica y comercial de Eurasia y, por extensión, ha influido en la creciente incertidumbre en lo que respecta a la evolución regional y mundial de los mercados de commodities energéticos y cerealeros. A todo esto, debe señalarse que la situación geoestratégica global se complica aún más con el estallido del conflicto armado entre Israel y Hamas, que puede tener consecuencias desestabilizadoras en regiones de Eurasia, el cuerno de África y la península arábiga.

Por su parte, la evolución de la dimensión geoestratégica está fuertemente impactada por las dinámicas descritas anteriormente. En efecto, los dos grandes actores con capacidad de proyección e influencia globales, Estados Unidos y China, parecen intensificar sus disputas por delegación en diversos territorios que constituyen tanto espacios de circulación productiva significativos, como áreas promisorias para el avance de proyectos extractivos a gran escala en las áreas de hidrocarburos y minerales críticos. En ese sentido, la puja creciente en los mares, las áreas de influencia de las plataformas continentales en las regiones asiáticas, el estrecho de Taiwán, entre otros, constituyen áreas de posible aumento de tensiones entre los dos grandes actores. También debe ponerse en perspectiva el grado de avance y desarrollo de la llamado Iniciativa de la Franja y la Ruta encarada por China desde 2013. La alta volatilidad y fragmentación geopolítica reinante, podría impactar en el despliegue futuro de esta ambiciosa estrategia de expansión geoeconómica y geopolítica china.

En este escenario sucintamente descrito, qué puede decirse de la situación de la República Argentina. En principio, se pueden mencionar tres grandes áreas geográficas significativas desde este enfoque que cruza geopolítica y geoeconomía. Por un lado, la centralidad creciente del espacio de explotación hidrocarburífera no convencional en Vaca Muerta, atraviesa intereses de diversa índole. Allí gravitan los actores nacionales y subnacionales de gobierno, junto con actores corporativos nacionales y trasnacionales y diversas organizaciones de la sociedad civil. Estos entramados configuran relaciones que suelen ser muy difusas y, por ende, el abordaje sistémico suele ser muy problemático, lo cual debilita las capacidades de intervención sobre estas mismas realidades en dos grandes orientaciones, tanto las enfocadas en materia regulatoria como extractiva.

Por otro lado, un espacio transfronterizo vital en la actual coyuntura como trama en disputa, es el denominado triángulo del litio, que tiene sus propias complejidades multidimensionales tanto en Argentina, como en Bolivia y Chile. Tanto los actores, los intereses en juego como las configuraciones de los entramados que es importante identificar, constituyen una realidad compleja que es no sólo un nuevo pendiente geoestratégico, sino un espacio abierto a la recreación del diseño institucional en términos regulatorios y extractivos. Asimismo, junto con estas agendas, pueden identificarse otras de menor presencia o protagonismo en el debate nacional, pero que probablemente orientarán nuevas definiciones en el plano de las transformaciones productivas ligadas a la transición energética. Nos referimos a la electromovilidad y a las iniciativas orientadas a la promoción del hidrógeno.

Por último, el gran espacio de la denominada red navegable troncal del complejo Paraguay Paraná, configura un escenario relevante para la circulación de mercancías agroalimentarias que suelen tener destino de exportación a grandes mercados mundiales. En este punto, las dinámicas de circulación y exportación están impactadas por la relativa capacidad de maniobra de los actores involucrados, que también constituyen un delicado entramado público-privado, nacional-subnacional, nacional-trasnacional, que resulta fundamental identificar y comprender.

Por ende, desde la dimensión geoestratégica, se han mencionado solo tres configuraciones espaciales que es importante monitorear de manera permanente, mientras que podrían señalarse otras dinámicas conflictivas potenciales en el sur del país o en las regiones mediterráneas, del noroeste, noreste y cuyana, que expresan clivajes que atraviesan el potencial acceso y/o posible explotación de fuentes de bienes hídricos, minerales y alimentarios. En tal sentido, la puja en torno a la tierra como factor productivo atraviesa también realidades, temporalidades y percepciones de gran complejidad y diversidad.

Por su parte, la configuración dinámica de los espacios marítimos en el Atlántico Sur suma, permite identificar la vigencia de un conflicto de larga data con una potencia ocupante, Gran Bretaña, que proyecta presencia y control marítimos desde las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur hacia los espacios marítimos circundantes y en perspectiva de la ampliación estratégica hacia el continente antártico. Todo ello constituye un desafío mayúsculo para la integridad soberana de un Estado ribereño como el argentino, cuyo 63% de territorio es marítimo. Asimismo, la perpetuación de la política de hechos consumados perpetrada por Gran Bretaña en el Atlántico Sur, consolida un escenario inestable y amenazante para los intereses nacionales estratégicos. 

En la perspectiva descriptiva y analítica de la evolución de los intereses marítimos nacionales, los nudos problemáticos que cruzan las potencialidades de las explotaciones económicas en las actividades ictícolas e hidrocarburíferas en el Atlántico Sur, se recortan contra la mirada proveniente de la dimensión ambiental, que pone el foco en la preservación de la biodiversidad marina en diversas regiones de la plataforma continental argentina, la creación de áreas marinas protegidas con fines de sistematización de conocimientos científicos y de cuidado de ambientes marinos específicos y la preservación del medio marino antártico en el contexto del avance de la agenda climática y su repercusión en la perdurabilidad de las políticas ligadas a las áreas polares.

Finalmente, las dinámicas cambiantes del poder aquí enfocadas y las vivas vinculaciones multidimensionales que se desprenden del caótico devenir de los asuntos internacionales observados en la coyuntura actual, son sólo fotos o instantáneas de películas en movimiento que se escenifican en cambiantes y difusas espacialidades y temporalidades, aquellas propias de estos tiempos tan inasibles como oscuros, tan desafiantes como riesgosos, tan plenos de utopías comunitarias anheladas, como de distopías persistentes que parecen perpetuarse al son de la omnipresencia de las  tecnologías inmateriales que pueblan nuestras vidas.

 En estas complejidades, la agenda del cambio climático atravesada por las transiciones productivas -entre ellas, la energética-, pone ante nuestros ojos una realidad ya difícil de ocultar: la dinámica extractiva del capitalismo en el último siglo ha sido tan profunda y permanente, que ha puesto en riesgo la capacidad de regeneración biofísica del planeta tierra y, con ello, la posibilidad de la vida humana tal como la conocimos. Y, adicionalmente, la dimensión tecnológica del poder nos coloca ante otro crucial desafío: defender, en un contexto nacional, regional y mundial difícil, nuestro patrimonio científico-tecnológico construido durante más de siete décadas.

Ante esa encrucijada, ser y estar en comunidad, en la tierra que habitamos, para reconstituir un horizonte común de futuros posibles, es una primera e ineludible tarea. 

Imagen: Agencia Tierre Viva

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