América Latina en la geopolítica mundial: integración, bienes comunes y desarrollo. Parte 1.

Por EQUIPO DE COYUNTURAS

Introducción.

El objetivo de este artículo desdoblado en dos partes es abordar la complejidad de la trama del vínculo geopolítico existente entre la problemática multidimensional de los bienes comunes, las políticas de desarrollo y las agendas de integración en nuestra región latinoamericana. Para ello, iniciaremos el camino con una breve identificación de las tendencias centrales de la actual coyuntura internacional. En segundo término, comenzamos a trabajar la identificación de la trama que vincula bienes naturales con políticas para el desarrollo en nuestra región, lo cual implica poner en tensión las diferencias entre diversos modelos que se han ensayado en las últimas dos décadas en lo que respecta a las políticas productivas que han girado en torno a la explotación de nuestros bienes naturales como catalizadores de procesos de desarrollo económico y social expansivos e inclusivos. En tercer lugar, se trabaja con un enfoque más bien propositivo, camino que implica la identificación de áreas y tareas estratégicamente relevantes para la planificación a mediano y largo plazo de una política integral que de cuenta de las experiencias históricas recientes en el conflictivo vínculo entre bienes naturales y políticas de desarrollo de modo de abrir un panorama diferente con perspectiva integracionista.

Todo ello supone abrir instancias de evaluación crítica sobre las políticas vigentes, en la perspectiva de la reconstrucción de una mirada común en nuestra región que se haga cargo de las debilidades estructurales de los enfoques productivos ensayados en los tiempos contemporáneos. Y todo ello enmarcado en la imprescindible mirada regional que es relevante fortalecer ante el derrotero abiertamente conflictivo e incierto que se vislumbra en la coyuntura internacional.

Finalmente, se expondrán algunos interrogantes en el balance preliminar que se realiza en función de las problemáticas abordadas, con la finalidad de propender al fortalecimiento de un debate ampliamente democrático sobre las estrategias de futuro que nuestras comunidades deben imaginar.


Identificación de las tendencias centrales de la situación internacional.

La integración regional latinoamericana es uno de los objetivos estratégicos fundamentales de cara a recuperar y consolidar un horizonte de reconstrucción soberana en nuestras comunidades. Ello es aún más prioritario dado el contexto geopolítico y geoconómico predominante, caracterizado por la incertidumbre, la alta conflictividad en diversas regiones del sistema internacional y la persistente degradación de la institucionalidad política internacional, todo lo cual se manifiesta en la acentuación de una asimetría estructural en la distribución del poder en diversas dimensiones de la actividad humana. En ese escenario, el conflicto geoestratégico fundamental de nuestro tiempo, la disputa in crescendo entre Estados Unidos y China en diversos ejes estratégicos del poder, es una de las tendencias más relevantes de nuestra era. Ciertamente, la evolución que tendrá en el mediano y largo plazo esta disputa y los variados impactos sistémicos que podrían materializarse, están lejos de ser claros en esta etapa de transición mundial y acentuación de la crisis hegemónica de los Estados Unidos pos globalización neoliberal, ya que aún hay demasiada volatilidad en los vínculos entre ambas grandes potencias como para orientar un escenario de futuro hacia un paradigma de competencia estratégica estable o hacia un esquema aún más inestable, impredecible y peligroso por sus consecuencias sobre el conjunto de la comunidad internacional.

Por otro lado, la consolidación de un escenario de guerra entre Rusia y Ucrania, configura un panorama ominoso para la Unión Europea, y para el conjunto de la humanidad, si se piensa en las consecuencias que este conflicto ha tenido en el movimiento alcista de precios de alimentos y energía, o en la aceleración de una nueva carrera armamentista, como dos de los aspectos más destacados de esta preocupante coyuntura.

A su vez, el debate abierto hace unos años sobre el cambio climático, la llamada transición energética y la eficientización de la estructura productiva de la economía capitalista de cara a afrontar las “exigencias” de los acuerdos ambientales globales, están hoy en el centro de las disputas geopolíticas, ya que el agravamiento de la conflictividad internacional, ha llevado a la ausencia de una mirada común sobre el desafío de la reducción persistente de emisiones de gases contaminantes a la atmósfera, al tiempo que parece escenificarse una renovada disputa geoeconómica entre diversas fracciones del capital en función de las estrategias productivas a privilegiar en lo que respecta a los patrones de producción dominantes.

Finalmente, se escenifica una puja cada vez más agresiva en lo que respecta a la nueva economía de la información y las diversas vertientes que pueden identificarse en la aceleración de los procesos de valorización que unen finanzas, digitalización, redes sociales y control de los espacios electromagnético, cibernético y espacial, configurando un esquema de control biopolítico y social de impredecibles repercusiones para el conjunto de la humanidad. En este sentido, tanto los Estados Unidos como China y otras potencias medias y de alcance regional, son parte activa de esta tendencia en auge en el sistema internacional.

Esta coyuntura brevemente descrita, es el contexto desafiante en el que debe pensarse nuestra estrategia de política exterior hacia las próximas décadas. En la elaboración de ese programa, la integración regional constituye el as en la manga para consolidar nuestro margen de maniobra soberano en un mundo cada vez más hostil e incierto. En función de ello, identificamos dos vectores estratégicos, áreas y tareas estratégicas relevantes a afrontar en este proceso de reconstrucción regional y, finalmente, dejamos algunas preguntas abiertas de cara a profundizar el imprescindible debate democrático, profundo y popular, que debemos dar en nuestras fuerzas políticas.

Apuntes sobre la problemática del desarrollo y los bienes comunes en el contexto de los procesos de cambio contemporáneos.

Las problemáticas asociadas al usufructo de los bienes naturales comunes en nuestra región en función de la consolidación de modelos de desarrollo socioeconómicos perdurables y sostenibles en el tiempo, es hoy uno de los desafíos más acuciantes en nuestras sociedades. Asimismo, otro factor clave es la inexistencia de una completa sistematización e integración de bases de datos sobre la variedad y riqueza de nuestra dotación de recursos naturales en la región sudamericana.[1]

Ello, es aún más grave si lo analizamos a la luz del avance sostenido de una voluntad de integración política que requiere, para la más eficiente toma de decisiones en el futuro, el conocimiento adecuado de los bienes naturales, su complejidad, naturaleza, y las formas de usufructo, control y preservación de los mismos en el largo plazo.

Por otra parte,  no sólo se trata de la elaboración de proyectos racionales, eficientes y sostenibles, en el ámbito geográfico del Mercosur, sobre la base de un uso de los bienes naturales que asegure su integridad y preservación, sino que el desafío es mucho más complejo, ya que estamos ante la necesidad estratégica de proveer los medios adecuados para un tipo de desarrollo que nos permita incorporar valor agregado en nuestras producciones, a la vez que limite la explotación extractivista de la naturaleza. 

Bajo estas premisas sucintamente expuestas, intentaremos, luego, identificar las áreas y tareas estratégicas centrales que nuestros gobiernos deberían encarar en orden a generar las condiciones propicias para el avance de los procesos de integración regional y de desarrollo al interior de nuestro hinterland latinoamericano. En nuestro continente latinoamericano, conviven actualmente tres grandes tendencias sobre la problemática de los bienes naturales comunes y su “lugar estratégico” en función de la consolidación de un proceso de desarrollo económico integral. En efecto, los diversos procesos político-institucionales de cambio que han surcado la geografía de nuestra región desde fines de los años ’90 -y que han tenido su centro gravitacional en el subcontinente sudamericano a partir de la revolución bolivariana que irrumpe bajo el liderazgo del Comandante Chávez en noviembre de 1998- se han planteado ambiciosos objetivos de modificación estructural del funcionamiento institucional, socio-económico y productivos de nuestras comunidades.

En ese contexto, uno de los aspectos que ha sido prolíficamente abordado por las administraciones contemporáneas en nuestra región, es la problemática del desarrollo en un escenario de reproducción permanente de las condiciones de dependencia de nuestras economías, atadas a procesos de acumulación económica en estructuras productivas fuertemente concentradas, extranjerizadas y primarizadas, lo cual ha imposibilitado, en lo concreto, la existencia de márgenes de maniobra soberanos para modificar sustancialmente un escenario que, a la vez que no genera las condiciones adecuadas para un proceso de desarrollo integral, debilita aún más las estructuras político-institucionales y vacía de contenido sustancial los procesos democráticos con la consecuente parálisis de las agendas de integración regionales.

Este conflicto, ha sido puesto en la primera línea de la puja real por el poder en nuestra región, en un escenario geopolítico marcado por el avance de las grandes potencias- las tradicionales y las así llamadas emergentes (Brics)- en pos de asegurar el control y acceso a las fuentes de recursos naturales fundamentales para el crecimiento de sus economías y para el logro de mayores capacidades de poder e influencia en áreas de alcance regional y global. Así, el control, preservación y uso racional de los bienes naturales comunes, se ha transformado en un eje de disputa creciente, conformando espacios de interacción complejos, en los que las dimensiones económica y geopolítica se cruzan de diversas maneras, generando tanto desafíos como amenazas para nuestros países en función de sus objetivos de desarrollo, democratización política, social y económica y profundización de la integración.

En esta puja que adquiere ribetes económicos y geopolíticos[2] igualmente determinantes, los distintos procesos de  cambio político-institucional que se han consolidado en los años recientes de la mano de una tendencia alcista prolongada de los precios de las materias primas estratégicas- es decir, los bienes que, históricamente, han sido fundamentales para asegurar nuestro crecimiento económico y posibilitar las condiciones perdurables para el desarrollo- han pivoteado sobre distintas concepciones de desarrollo que han operado detrás de las acciones concretas en materia de políticas públicas.

Así, desde una concepción extractivista promercado[3] -que sigue vigente en nuestra región norte y mesoamericana, como así también en parte de la región andina pacífica-  la cuestión central ha sido la de maximizar la explotación de los bienes, en el menor tiempo posible para asegurar la captación de mayores niveles de renta. Estos procesos se condicen con esquemas laxos y formales de regulación desde el poder estatal.  Aquí es clave la importancia de formular y evaluar proyectos a partir de criterios integrales, que son, precisamente, los parámetros que han estado ausentes en los fenómenos de extractivismo que se han agudizado al compás de la superexplotación de los recursos con objetivos económicos y comerciales que han reproducido los patrones dependientes de algunas de nuestras economías.

Por su parte, desde una concepción extractivista regulatoria[4], se habla de la pertinencia de enfoques basados en mayores regulaciones desde las esferas estatales, que operan sobre los regímenes económicos, de propiedad y sobre las reglas de juego a los efectos de captar rentas extraordinarias. La problemática de la sostenibilidad de estos esquemas y su relación con los procesos de acumulación, es un asunto crucial. Es más, la particular configuración de la trama de actores que intervienen en este proceso- el Estado en sus distintos niveles de gobierno,  los actores económicos nacionales y extranjeros, sectores organizados de la comunidad, desde movimientos sociales, organizaciones de diverso tipo y pueblos originarios[5]– ha generado relaciones de fuerzas y condiciones diferentes para la consolidación de un proyecto de desarrollo económico, social y cultural en los distintos países de nuestra región. En ese sentido, tanto la República Argentina como Brasil, Uruguay Venezuela, Ecuador o Bolivia, han protagonizado muy elocuentes procesos de crecimiento basados en la paulatina recuperación del control estatal sobre los recursos naturales estratégicos para enhebrar un proyecto de desarrollo con pretensión de autonomía leída en clave de fortalecimiento de la integración regional. 

Finalmente, desde una concepción que podríamos identificar como comunitaria[6] de los bienes naturales, se piensan, fundamentalmente, mecanismos transicionales de transformación de nuestras economías, caracterizadas por su estructural dependencia de actividades económicas extractivas generadoras de rentas extraordinarias.  En ese sentido, la pregunta central es ¿Cómo salir de los habituales ciclos de expansión y retracción que nos dejan siempre con las mismas vulnerabilidades? Y en ello, el objetivo estratégico de nuestros países en pos de conocer sus vulnerabilidades y fortalezas, a través de la paulatina construcción de un sistema de información común, debería ir de la mano de un rediseño integral de nuestros esquemas de desarrollo y producción económica. En este punto, es importante tener en cuenta que la centralidad que han adquirido los procesos de cambio político-institucionales y socio-económicos, no sólo han puesto en evidencia las pujas crecientes entre diversos actores por el control, acceso y uso de los bienes comunes en función de determinadas estrategias de crecimiento económico, sino que han posibilitado procesos de reparación social y económica, que han implicado el mejoramiento de la calidad de vida de millones de ciudadanos latinoamericanos, al tiempo que, simultáneamente, han dejado en evidencia las falencias de nuestras estructuras económicas, muy fuertemente ligadas a la captación de excedentes económicos- lo que usualmente denominamos renta- por parte de actores empresariales que, en las actividades productivas de explotación masiva de recursos naturales, han intentado imponer condiciones de acumulación ligadas al mantenimiento de tasas de rentabilidad en dólares, que son funcionales a los patrones de extranjerización y concentración existentes en el funcionamiento de nuestras economías.

Es éste, desde nuestra óptica, uno de los desafíos centrales de nuestras administraciones en el corto, mediano y largo plazo. Es decir, cómo recuperar control, autoridad, capacidad extractiva y regulatoria por parte de nuestros Estados nacionales en todas aquellas actividades basadas en la explotación de recursos naturales, al tiempo que se generan las condiciones para la modificación estructural de nuestras economías, de modo tal de no reproducir los habituales ciclos expansivos y depresivos, que nos dejan inermes ante el avance geoestratégico de otros actores en la arena internacional.

 En este contexto, estimamos que existen dos vectores estratégicos para un nuevo proyecto de desarrollo regional, que es, en verdad, un esquema transicional, hacia un desarrollo comunitario más equilibrado de nuestra región. Ellos son:

    * Diversificación de nuestras economías.

    * Profundización de los procesos de integración: MERCOSURUNASUR, concebido como nuestro hinterland y CELAC.

Ambos vectores implican la puesta en marcha simultánea de procesos económicos centrados en la diversificación de las fuentes de generación de riqueza, la incorporación de valor agregado y tecnología en nuestro esquema de organización productiva y el reordenamiento de nuestros territorios en función de dinámicas productivas que favorezcan la implantación de actividades económicas con fuertes externalidades positivas y con impactos en el orden regional de la integración[7], a través de la paulatina complementariedad entre cadenas productivas de nuestros sectores económicos.

La ilustración es de EL SIKE @el_sike

[1] AL respecto, Alí Rodríguez Araque, ex Secretario General de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), expresó, en reiteradas ocasiones, que la problemática de la falta de un conocimiento profundo y compartido sobre nuestros bienes naturales comunes, era uno de los principales aspectos a tener en cuenta de cara a la instauración de un proyecto común regional. En ese marco, se elaboraron esbozos que van desde un Instituto de Altos Estudios de la UNASUR hasta un Servicio Geológico Sudamericano.

[2] Ver Bruchmann, Mónica (2014). Recursos naturales y la Geopolítica de la Integración Sudamericana, Fondo Editorial José Carlos Mariátegui, Lima.

http://www.albamovimientos.org/2012/11/libro-recursos-naturales-y-la-gepolitica-de-la-integracion

sudamericana-monica-bruchmann/  

[3] Ver Massuh, Gabriela (Ed.); Renunciar al bien común. Extractivismo y (pos)desarrollo en América Latina, Mardulce, Buenos Aires, 2012.

[4] Ver Massuh, Gabriela, op. Cit.

[5] Ver Borón, Atilio; América Latina en la Geopolítica del Imperialismo, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2013.

[6] Ver Svampa, Maristella; “Pensar el desarrollo desde América Latina”, en Renunciar al bien común. Extractivismo y (pos)desarrollo en América Latina, Mar Dulce, Buenos Aires, 2012.

[7] Ver Bruchmann, Mónica, op. Cit.

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