América Latina en la geopolítica mundial: integración, bienes comunes y desarrollo. Parte II.

Por EQUIPO DE COYUNTURAS

Áreas y tareas estratégicas relevantes.

 Todo proceso de construcción de conocimiento regional compartido de cara a la generación de un nuevo esquema de desarrollo comunitario, implica el trabajo en áreas estratégicas relevantes. Entre ellas, podemos señalar las siguientes:

  • Identificación de sectores de la economía que permitan la formación de estructuras de encadenamientos productivos con alto valor agregado en nuestros países. ¿Cómo utilizar en la transición las rentas por la explotación intensiva de recursos naturales para la transformación estructural de nuestras economías, de modo tal de influir, simultáneamente, en nuestras estructuras comerciales y de balanza de pagos?
  • Creación de mecanismos institucionales políticos y económicos responsables de la planificación estratégica y ejecución de un proyecto de desarrollo comunitario con fuerte impacto regional. Ello supone trabajar en cuatro direcciones:

* Proyección de inversiones destinados a proyectos de infraestructura pensados prioritariamente para la potenciación de un desarrollo endógeno regional.

  * Proyección de inversiones destinados a la consolidación de las economías regionales con esquemas productivos sostenibles, que incorporen valor agregado y que permitan dinamizar procesos de intercambios con fuertes impactos regionales.

*Proyección de inversiones destinados a una planificación integral de los espacios rurales, con el objetivo de fortalecer procesos de agricultura familiar desde los territorios, potenciando un reagrupamiento poblacional que permite darle sentido socio-productivo real a la ocupación de grandes espacios vacíos de nuestra geografía.

* Proyección de inversiones destinados a una explotación extractiva  limitada, racional y sostenible de bienes naturales con un doble objetivo:

Fortalecimiento de encadenamientos productivos que permitan cerrar el ciclo de producción con fuertes externalidades tecnológicas apropiadas por la comunidad nacional.

– Garantizar suministros de bienes estratégicos en el mercado interno en el mediano y largo plazo. Energía y alimentos constituyen dos pilares fundamentales en este esquema de suministros claramente comprendido desde una mirada estratégica integral que garantice la seguridad económica y, por ende, la soberanía de nuestros pueblos.

Asimismo, en orden a profundizar el trabajo en estas áreas, se  requerirá la sistemática realización de tareas estratégicas en los procesos de integración regional en el marco de MERCOSUR y de la UNASUR que, por otra parte, debe ser reconstruida con un sentido de fortalecimiento de las capacidades y potencialidades creativas de nuestras comunidades. Estas tareas son cruciales para consolidar un sistema común de información que nos sirva para la toma de decisiones en un contexto de integración regional creciente. Entre estas tareas, sobresalen las siguientes:

  • Profundización de los vínculos intrarregionales para la puesta en marcha de una nueva institucionalidad. Las experiencias recogidas entre 2008 y 2015, con la conformación de los consejos regionales de la UNASUR, podrían transformarse en las poleas de transmisión para la elaboración de proyectos en distintas áreas de políticas públicas, desde salud, hasta defensa, ambiente y desarrollo científico-tecnológico.
  • Identificación de los grandes proyectos bi y multilaterales de infraestructura física en cuatro grandes áreas: transporte, energía, telecomunicaciones, infraestructura con el objetivo de dinamizar los vínculos socio económicos del hinterland sudamericano.
  • Identificación de proyectos concretos de complementación en las áreas de ciencia y tecnología destinados al fortalecimiento de sectores industriales con alto valor agregado y con potencialidad de generación de divisas en el largo plazo.
  • Identificación de proyectos concretos de complementación en las áreas de producción para la defensa y materialización de centros de estudios estratégicos conjuntos. En este aspecto, es importante tener en cuenta que se había avanzado en una incipiente organización regional sudamericana que, desde el ámbito del Consejo Sudamericano de Defensa, a través del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa (CEED), puede recuperarse a fin de abordar estos desafíos integracionistas.
  • Fortalecimiento de la proyección bioceánica de Suramérica. Ello supone la complementación bio o multilateral para:

    • el estudio y aprovechamiento conjunto de las actividades económicas que podrían realizarse en términos sostenibles y racionales (pesca e hidrocarburos).
    • el establecimiento de una fuerte presencia de mar de carácter disuasivo en el frente marítimo del Atlántico Sur (Malvinas).

Este complejo proceso supondrá, simultáneamente, la elaboración de criterios centrales para la formulación y evaluación de políticas sobre los bienes naturales en perspectiva productiva. Esos criterios son los siguientes:

  • Criterio de suministro/abastecimiento: importante en el corto plazo; insuficiente en perspectiva de planificación estratégica
  • Criterio de estabilidad/perdurabilidad: garantía de flujos de suministros en el mediano plazo, insuficiente en perspectiva de planificación estratégica
  • Criterio de sostenibilidad socioambiental: formulación y evaluación de proyectos en función de su carácter eficiente, racional y sostenible para el entorno socioambiental; imprescindible para el largo plazo
  • Criterio de accesibilidad: los bienes naturales comunes y su acceso igualitario como derecho humano inalienable, imprescindible en el mediano y largo plazo
  • Criterio de autonomía y margen de maniobra: la importancia de asegurar márgenes de acción y decisión propios en todo proceso de uso de bienes naturales y la importancia del espacio de la integración regional.

En forma complementaria, será fundamental la elaboración de dimensiones centrales para la intervención sobre las distintas problemáticas. Entre ellas, las fundamentales son:

  • Dimensión estratégico-política: la problemática de la planificación del uso, preservación y control de los bienes naturales comunes. Deben pensarse estrategias de intervención en agendas complejas como la cadena del litio y del hidrógeno, donde nuestros países deben estar en condiciones de abrir perspectivas de complementación y creciente coordinación en la creación de proyectos comunes en el debate creciente sobre transición energética. Desde la OPEP del litio, con un enfoque compartido entre Argentina, Bolivia y Chile, hasta el armado de una estructura cooperativa en el enfoque de los proyectos transicionales para salir de las trampas actualizadas del neo extractivismo pseudo desarrollista, pueden recorrerse caminos de creciente integración.
  • Dimensión económica: la problemática del uso eficiente y racional de los bienes comunes y su vinculación con un tipo de desarrollo que ponga en el centro de las miradas a las comunidades humanas.
  • Dimensión socio-ambiental: el problema de la sostenibilidad y su vínculo con las presentes y futuras generaciones. La problemática crucial en este punto, implica cruzar criterios de equidad intrageneracional y justicia intergeneracional, de modo tal de elaborar estrategias de uso de los recursos que sean compatibles con su preservación y protección en el mediano y largo plazo.
  • Dimensión científico-tecnológica: la problemática de la innovación y el vínculo de la ciencia y tecnología con el usufructo de los bienes naturales. La creación de trayectos de investigación y desarrollo regionales en nuestro espacio sudamericano es un ámbito de propuestas que podría explorarse.
  • Dimensión geopolítica-militar: bienes naturales en un contexto de puja creciente por control de recursos escasos y desigualmente distribuidos. La imprescindible lectura geopolítica en nuestra región sudamericana, implica la factibilidad creciente de trabajar sobre hipótesis de conflicto y/o amenazas que pueden cernirse sobre el patrimonio común. Por cierto, esto implica dar cuenta siempre y en toda circunstancia, de una estrategia defensiva disuasiva, integracionista y cooperativa en materia de defensa de nuestros espacios regionales, tanto territoriales como aéreos, espaciales, marítimos, electromagnéticos y cibernéticos. Es decir, dar cuenta de una estrategia de Defensa en múltiples capas y que sea capaz de prevenir, controlar y dominar posibles riesgos, desafíos y amenazas en la multiespacialidad antes descrita. En este sentido, tanto las infraestructuras críticas como las cadenas de suministros son dos áreas especialmente relevantes en el diseño de una política de defensa integral que permita asegurar el despliegue de las diversas dinámicas productivas con impacto socio territorial diversificado.
  • Dimensión cultural: usos hábitos, apropiación del territorio, construcción de memoria. Somos parte de la América Profunda, un mestizaje socio cultural, abierto, diverso, dinámico, que toma para sí el protagonismo comunitario como proyección de sentido territorial. Somos comunidades en movimiento, que habitamos nuestros suelos en busca de ese principio armónico que aprehendimos de nuestros pueblos preexistentes.
  • Dimensión normativa: la problemática de los regímenes económico y de propiedad de los recursos y la cuestión de la regulación como política estatal estratégica.
  • Dimensión de la política exterior: resulta fundamental consolidar una diplomacia cooperativa, popular, abierta a nuestras comunidades americanas, enfocada en sostener acuerdos comunes sobre diversos asuntos estratégicos de cara a la aceleración de la puja geoestratégica global entre Estados Unidos y China. El eje central de la dinámica externa se enfoca a la consolidación de la integración regional sudamericana en diversos planos de las políticas públicas que son fundamentales para asegurar nuestro margen de maniobra soberano:

    • nueva economía política centrada en asegurar suministros de alimentos, energía y bienes hídricos fundamentales. Asimismo, debe recuperarse la vieja idea expuesta por el ex presidente venezolano, Hugo Chávez, relativa a la creación de un Banco Regional Sudamericano, que permita erigirse en una polea de inversión virtuosa en toda la región, enfocando su accionar a proyectos estratégicos. Ese nuevo Banco del Sur, debería dotarse de un instrumento novedoso en materia de relaciones comerciales y financieras, pensando en algún tipo de institucionalidad que habilite la creación de un Fondo Regional de Fomento Comercial y Financiero, con atribuciones de prestamista de última instancia. Finalmente, en el mediano plazo, puede pensarse en una estrategia de moneda única con mercados crecientemente integrados. Sin embargo, esta perspectiva aparece como un horizonte de sentido, leído en términos de Estrategia de Futuros de muy largo aliento.
    • política aeroespacial y de telecomunicaciones con tendencia a la concertación regional y al enfoque en investigación y desarrollo
  • Consolidación de una estrategia regional hacia el control y la presencia en el Atlántico Sur, reflejada en la mirada común de los desafíos geoestratégicos cruciales para nuestro margen de maniobra soberano como país y región. Nos referimos al planteo permanente de una política diplomática activa para obligar a Gran Bretaña a sentarse en la mesa de negociaciones para discutir la soberanía y la lesión permanente a nuestra integridad territorial. Además, el planteo de una mirada común sobre la Antártida, que asegure para todos los tiempos su condición de continente libre de todo proceso de control, dominación política, económica y/o militar, con una perpetuación del régimen de investigación y cooperación científica vigente desde 1959. También debe pensarse en un enfoque latinoamericano genuino y original para abordar la cuestión antártica.
  • Diplomacia ambiental activa, con enfoque regional, abierto a la participación popular y a la democratización de los ámbitos de debate sobre estrategias productivas que sean sostenibles, en el contexto de la aceleración del cambio climático como desafío humano trascendental, que nos interpela ante la creciente relevancia de los impactos biofísicos sobre nuestra Casa Común. Pensar y actuar hacia dos grandes objetivos en armonía creciente: ecología integral y bienes naturales estratégicos como reserva potencial de vida comunitaria.
  • Relaciones estratégicas con los países de nuestra subregión. El eje de un nuevo ABC, integrado por Argentina, Brasil y Chile, puede constituir un nuevo camino de concertación política creciente. Asimismo, el eje territorial Buenos Aires-Lima-Bogotá-Caracas, constituye otro ámbito privilegiado en nuestra región para nuestra política exterior en el futuro. Finalmente, respecto de las grandes potencias y nuevos actores con importante proyección de poder, resulta fundamental asegurar la neutralidad ante conflictos ajenos a nuestros intereses nacionales y regionales. Respecto de Estados Unidos, China, Federación Rusa e India, nuestro país y la región deben posicionarse con una mirada que asegure paciencia estratégica, diplomacia activa en defensa de nuestros intereses esenciales, prudencia relativa que asegure tratos transparentes y de mutua reciprocidad y enfoques constructivos hacia la conformación de un nuevo orden multipolar en el sistema internacional.

Síntesis coyuntural: algunas preguntas que orientan un camino.

Finalmente, la necesidad estratégica de abordar un tipo de planificación de la información debidamente sistematizada en nuestra región, que nos permita conocer las mejores formas de preservar y controlar las fuentes esenciales de nuestro desarrollo y supervivencia futuras, serán centrales en el mediano plazo, ante la existencia de serios límites y amenazas al proceso de integración, sobre las que nuestra dirigencia política en el Mercosur y la Unasur, deben tomar debida nota. Entre ellas, nos parece fundamental citar las siguientes:

  • ¿Conocemos realmente la dotación de bienes naturales con que cuenta nuestra región? Necesidad de encarar proyectos conjuntos de estudios prospectivos en las áreas de minería, hidrocarburos, biodiversidad y bienes hídricos
  • Coexistencia de proyectos de integración antagónicos en Suramérica. La Alianza del Pacífico, UNASUR, CELAC. ¿Hacia dónde vamos?
  • Persistencia de la presencia colonial en el Atlántico Sur y la proyección de la amenaza sobre el espacio marítimo territorial de la Antártida. ¿Cómo preservamos y defendemos nuestra soberanía sobre casi cuatro millones de km2?
  • ¿Podemos hablar de amenazas potenciales sobre la integridad de nuestros bienes naturales, territorio y frente marítimo? Los ejes de conflicto y guerra en el mundo están atravesados por la puja creciente por la apropiación de recursos. ¿Hipótesis de conflicto?
  • Consolidación de las redes del crimen organizado trasnacional: narcotráfico, trata de personas, contrabando de bienes (armas). ¿Un problema de seguridad regional?
  • Las geofinanzas: el predominio de sistemas de decisión extraterritoriales; el problema de la prórroga de jurisdicción y la soberanía económica. La deuda como restricción geopolítica desde la dimensión económica.
  • La relación hemisférica: Estados Unidos y su sistema de bases en la región. ¿Cómo estructurar el vínculo hemisférico con la persistencia de las percepciones de amenaza de los Estados Unidos sobre nuestra región?
  • La problemática del cambio climático: emisiones, bonos verdes, la economía del clima. La apreciación geopolítica crítica de las tendencias predominantes en el debate mundial sobre la naturaleza y los alcances del fenómeno del cambio climático, implica la adecuada contextualización de su impacto y la imprescindible tarea de diferenciar políticas de abordaje entre el Norte desarrollado y el Sur del sistema internacional.
  • América Latina y las nuevas potencias: Asia y los Brics en el radar geopolítico, se han transformado en actores centrales de los nuevos cambios geoestratégicos mundiales. En este sentido, China ha irrumpido, en la última década, en la región latinoamericana a través de importantes procesos de inversiones en infraestructura, energía, puertos, telecomunicaciones, minería y otros campos fundamentales para nuestras economías. Este vínculo, exige una evaluación crítica desde la región, pensada como actor supranacional con autonomía propia, de modo tal de generar instancias de concertación y cooperación estratégicas que sean funcionales al desarrollo regional y, por ende, al fortalecimiento de nuestras comunidades.

La ilustración es de EL SIKE @el_sike

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