Guerra y Paz

Por GIANNI GIOVANNELLI  (abogado laboralista, vicepresidente lombardo de la Associazione dei legali specializzati in diritto del lavoro, autor de Democracia criminal, entre otros)

Día tras día
se corta y se pela
se destripa y se devora,
se rompe y se aplasta,
se fusila y se ametralla,
se quema y se bombardea.

 Giovanni Papini (Amemos la guerra y saboreémosla como buongustai, Lacerba, 1 de octubre de 1914)

Para apoyar la intervención italiana en la Gran Guerra, el florentino Giovanni Papini utilizó un vocabulario colorista y provocador, al estilo futurista de Marinetti. En el artículo del que procede la cita del exergo, anuncia con entusiasmo que la siesta de la cobardía, la diplomacia, la hipocresía y el apaciguamiento puede darse por terminada. La paz y la coexistencia eran tachadas como rasgos de espíritus mezquinos, de gente cobarde, disvalores opuestos a la audacia y el valor de quienes pretendían, en cambio, luchar, aniquilar al enemigo.  Sin embargo, a diferencia de Marinetti, Papini estaba incapacitado para el combate debido a una fuerte miopía. Para él, el frente seguía siendo un mero escenario, en el que se representaba un espectáculo que no tenía consecuencias concretas en su vida cotidiana y que, por el contrario, le aseguraba una visibilidad gratificante, el consenso de la opinión pública, el éxito. Mientras los soldados morían en las trincheras, este célebre escritor se alimentaba de la muerte sin correr ningún riesgo. Poco importa que un tiempo después cambiara esta percepción del conflicto, que se había convertido para él, en la estela del Papa Benedicto XV, en una masacre inútil; su conversión al catolicismo no fue de hecho obstáculo para un apoyo convencido del fascismo, para firmar el despreciable manifiesto de los científicos que preparaban las leyes raciales, para ingresar en la Accademia d’Italia, la institución que reunía a los más ilustres partidarios del régimen de Mussolini. No hay contradicción, para los acostumbrados a la despreocupación, entre alabar la carnicería y declarar la propia devoción al binomio Dios y Paternidad. Lo importante es mantener la certeza de la propia superioridad.

El pasado humano de Papini nos permite comprender, aquí y hoy, el comportamiento general de los parlamentarios electos en Italia y en Europa. Durante el gobierno de Draghi, una amplia mayoría (Forza Italia, Partito Democratico, Lega y Cinque Stelle), con el pleno apoyo de la derecha neofascista ahora al frente del nuevo ejecutivo, criminalizó brutalmente todo intento de buscar un marco de negociación, de encontrar alguna vía de compromiso. La consigna para todos era luchar hasta la segura derrota militar rusa, soñando con juzgar a Putin en un tribunal internacional después de romper los riñones a las hordas enemigas. La toma de posisión de Giorgia Meloni -con la cautelosa crítica aislada de la oposición pentastellista- no ha cambiado el panorama: el envío de armas a Ucrania continúa indefinidamente, cualquier forma de diplomacia eventual se considera deserción, el pacifismo equivale a rendición incondicional, por tanto, a traición. Estos son los belicistas del tercer milenio: actúan escondidos en la retaguardia, bien protegidos, bien pagados, con la arrogante confianza de ser insustituibles, expertos técnicos del nepotismo moderno dentro de una estructura económica fundada en el clan, malabaristas de la comunicación en cada ronda electoral, indiferentes a cualquier tragedia humana. Ciertamente, de Papini no han tomado prestado el encanto de una cultura hábilmente cultivada, simplemente heredan lo peor de ese mundo desaparecido. Incluso se echa en falta en el gabinete de comando una lograda teoría de la guerra en el tercer milenio. El llamado a las armas se resuelve en una secuencia de movimientos azarosos, de programas con un aliento, en el mejor de los casos, sólo trimestral; a pesar del riesgo concreto del uso de bombas atómicas sobre el terreno, con todas las consecuencias imprevisibles, lo que realmente interesa al aparato que gestiona el poder es el aumento de la facturación, en el ejercicio, de la industria bélica, sea pública o privada. El futuro no existe.

Gaza y el antisemitismo.

Sin embargo, mientras la guerra en Ucrania continuaba sin tregua, dando un giro no deseado o al menos distinto del previsto, se abrió un nuevo frente, esta vez en Palestina y con características diferentes. La clase política israelí y palestina, a diferencia de la que gobierna los países del G7, tiene una consolidada familiaridad con el uso de las armas; no se limita, como los atlantistas, a ordenar y gestionar masacres desde posiciones cómodas y bien protegidas, sino que lucha de verdad. Los dirigentes políticos de Gaza y Tel Aviv disparan y, cuando pueden, se matan entre ellos. Si se comportaran de otro modo, perderían credibilidad, liderazgo. No pueden no luchar; por lo tanto, no tienen ninguna intención de hacer caso a los llamamientos a la moderación, y mucho menos al cese de las hostilidades. Son perfectamente conscientes de que cualquier tregua no es más que una farsa: para imponerla hace falta una fuerza económico-militar superior a la de Israel, pero no hay ninguna alianza dispuesta a utilizarla sobre el terreno. Al contrario: lo que prevalece, por diversas razones, es la opción de elevar aún más el nivel de confrontación, sin importar lo que ello suponga para las vidas humanas y el medio ambiente en su conjunto.

Ucrania y Gaza determinan, día tras día, efectos de sinergia, sobre todo teniendo en cuenta la aparición de nuevos brotes que se caracterizan también por una evolución imprevisible. La propaganda se adapta: lo que en Ucrania se tachó de conspiración de Putin, ahora, en referencia a los sucesos de Gaza, se afirma que está relacionado con el antisemitismo. En un caso el punto de partida es el ataque ruso del 24 de febrero de 2022, en el otro la referencia es el 7 de octubre. No hay un antes, toda explicación se convierte en justificación, cualquiera que no apoye la respuesta, o llame a la paz, o peor aún, afirme ser neutral, debe ser considerado un aliado objetivo del agresor (o antisemita) y tratado como tal.  En Alemania, lo que ya era una peligrosa crispación se ha convertido ahora en una auténtica histeria colectiva: la deriva militarista de los Grunen, dispuestos a aprovechar cualquier oportunidad para elevar el nivel de la confrontación armada sin importarles las víctimas, se ha soldado con el apoyo indiscriminado a la masacre contra los palestinos en Gaza, concretándose en una especie de juicio público y político contra cualquier sospechoso de criticar el comportamiento del gobierno israelí sobre el terreno o incluso de pedir simplemente un alto el fuego.

Tomar partido para proteger la vida de los palestinos asediados en Gaza es un delito que debe castigarse como antisemitismo «objetivo». Incluso la semántica léxica cede, abrumada por el afán de los acusadores. Al igual que los judíos, los palestinos son, sin lugar a dudas, semitas. Por lo tanto, tanto los proisraelíes como los propalestinos (como tales e independientemente incluso de su posición política) son prosemitas; llamarles «antisemitas» es una contradicción evidente; el árabe y el hebreo son lenguas típicamente semitas. Los turcos, los rusos, los iraníes y los europeos (incluidos los alemanes), en cambio, son jafetitas. Aquí: los alemanes antipalestinos de hoy son de nuevo «antisemitas», aunque con una variante étnica respecto de sus abuelos antijudíos. El espacio territorial en el que viven -y mueren- judíos y palestinos es una mecha encendida dentro de un polvorín; en lugar de apagarla, los exponentes del pensamiento neocolonialista occidental mantienen viva la llama por todos los medios, con profundo desprecio por el futuro colectivo, pensando sólo en la recaudación del próximo trimestre.

Migración y guerra

El conflicto tiende a extenderse, como si se produjera una especie de contagio imparable. Invade de nuevo Líbano y Siria, no conoce tregua ni siquiera en las aguas del Mar Rojo, donde los hutíes resisten los ataques y hacen insegura la navegación hacia el Canal de Suez, con repercusiones inevitables en el comercio y el coste de las mercancías. Las consecuencias, nunca consideradas posibles por los arrogantes políticos de la vieja Europa, empiezan a hacerse sentir. La carnicería se prolonga desde hace más de un año en el vasto Sudán (siete veces el tamaño de Italia, escasamente poblado, los 40 millones de habitantes están ya al borde del agotamiento); cien mil soldados de las FDR apoyados por los rusos y los etíopes luchan contra trescientos mil milicianos encuadrados en las FAS apoyadas por los Emiratos y Egipto. Ambos ejércitos masacran a los civiles. Martin Braaksme, de Médicos Sin Fronteras, informa desconsolado que en la indiferencia general hay más de 30.000 muertos y que el número de refugiados se estima en unos ocho millones. Una cuarta parte de ellos ha cruzado la frontera estatal hacia Libia, África Central y especialmente Chad. Dos millones de seres humanos, desesperados y hambrientos, han cruzado una frontera de más de dos mil kilómetros, desprovista de instalaciones, incontrolada e incontrolable; no tienen otra opción, se dirigen a la costa mediterránea, emigrando para sobrevivir. Bajo la presión de los desplazados, Chad, el último reducto del colonialismo francés, rico en oro y uranio, constantemente expoliado, también cruje; el gobierno militar aún mantiene los mil soldados del contingente impuesto por París, pero la tentación de desentenderse es cada día más fuerte, el papel de gendarme residual de un G5 africano ya disuelto se hace incómodo. Las tropas de Macron, mientras tanto, han sido expulsadas de Níger, República Centroafricana, Burkina Faso y Mali.

En la histórica base situada junto al aeropuerto de Niamey, desde hace tres semanas, junto al contingente italiano (250 hombres) y alemán, los rusos han sustituido a los franceses; y Níger tiene mucho uranio que todos codician. Los mercenarios de Wagner están instalados permanentemente en el Sahel, entrenan a los ejércitos nacionales, gestionan las minas. Además, la renta francesa vinculada a la moneda de origen colonial (el CFA) está a punto de cerrarse definitivamente. El 16 de septiembre de 2023 se firmó la carta Liptako Gourma, que prevé una nueva moneda autónoma en el Sahel (Eco y/o Afrik) y el fin de los acuerdos fiscales con Francia (cesaría la obligación de pagar el 50% de la reserva del Estado al banco central francés y el lucrativo paso forzoso de la convertibilidad CFA/Euro a París).

Ante este desastre diplomático militar, Macron, que a diferencia de los jefes de gobierno africanos no conoce la guerra y ni siquiera sabe disparar, ¡llegó a amenazar con una intervención en Ucrania contra Rusia, culpable de derrotarle en África! Guerra, colonialismo y flujos migratorios resultan estar estrechamente ligados, pero los gobernantes europeos se fatigan antes de comprenderlo. Juegan con fuego, con arrogancia presuntuosa, convencidos de que todo les está permitido, confiados en que ganarán sobre el terreno porque ganan las elecciones. Pero la guerra y las urnas descansan sobre reglas diferentes. La certeza de la impunidad se transmite de los funcionarios del poder a sus súbditos, con consecuencias perversas que recaen precisamente sobre los más débiles. Maquiavelo, citando a Lorenzo el Magnífico, observa que los problemas de los pueblos provienen de sus gobernantes: “E quel che fa ‘l signor fanno poi molti, Che nel signor son tutti gli occhi volti.” (Lo que hace el señor luego muchos lo hacen, en el señor se concentras todas las miradas). Gracias también al poder de la comunicación, se ha arraigado la convicción de que no hay ningún beneficio social en transferir el gasto público destinado al antiguo welfare al armamento destinado al frente ucraniano, reprimir la protesta estudiantil y popular contra las masacres en Palestina, criminalizar a los inmigrantes y encerrar inútilmente en los CPR una cuota de inmigrantes desembarcados, hambrear a las poblaciones africanas y robarles todos los recursos. ¡No es así! Los errores en la acción provocan, tarde o temprano, reacciones inevitables, y éstas pueden ser dolorosas.

El 10 de junio de 1940, desde el balcón del Palazzo Venezia, Benito Mussolini anunció triunfalmente el ingreso a la guerra, recibiendo los aplausos de una multitud que corría temerariamente hacia el abismo, hacia el desastre. El Duce argumentó que el combate era necesario para proteger al pueblo italiano de quienes querían socavar la existencia misma de la nación; al igual que su nieta Giorgia Meloni, prometió golpear al enemigo en tierra, mar y aire (el llamado orbe terracqueo) con una consigna (¡venceremos!) que recuerda mucho a la retórica actual. La irresponsabilidad es la misma.

Nuevas características de la guerra

En 1999, Qiao Liang y Wang Xiangsui publicaron la primera edición de su tratado con una definición, guerra asimétrica, que constituyó una auténtica novedad en los estudios militares modernos. El texto se ha convertido ya en un clásico y señala la primera Guerra del Golfo (17 de enero de 1991) como punto de inflexión. En los últimos treinta años, los conflictos han continuado de forma sigilosa, pero sin solución de continuidad. Por el contrario, la extensión de los territorios inseguros o peligrosos aumenta, día a día, sin cesar; la zona de paz se ha reducido considerablemente, cultivando sin embargo en su seno contradicciones de no poca importancia (enfrentamientos étnicos, atentados terroristas, discriminaciones raciales o religiosas). La disuasión tradicional, basada en el temor al arsenal atómico, ha perdido su fuerza original (la que resolvió la crisis cubana, por ejemplo). Nuevos países poseen la bomba (Israel, Corea del Norte, Pakistán), otros se preparan para adquirirla; sin embargo, el acceso al artefacto atómico parece menos difícil que en el siglo pasado. Durante la primera guerra del Golfo, fueron los gigantescos y carísimos aviones estadounidenses los que marcaron la diferencia; destruían desde arriba, inalcanzables. Incluso hoy siguen permitiendo una supremacía sustancial, son por ejemplo el punto fuerte del Estado de Israel.

|Pero con los años demostraron ser insuficientes; los estadounidenses también perdieron la guerra en Afganistán, tuvieron que retirarse junto con sus aliados, dejando el campo a los talibanes que, al menos en los papeles, no tenían ninguna posibilidad de ganar. Las incursiones, los daños y las masacres no fueron suficientes, retrasaron pero no evitaron la derrota. Visto con justeza, desde la Guerra del Golfo en 1991, los estadounidenses no han ganado en ningún sitio. Así que no basta con tener armas modernas y potentes; hay otras variables y pueden, en determinadas circunstancias, ser decisivas. Es una muestra de cómo ha cambiado la esencia misma del conflicto, que se ha vuelto verdaderamente asimétrico, sujeto a acontecimientos imprevistos.

El Jefe del Estado Mayor ruso, Valery Vasilievich Gerasimov, publicó un artículo en el número 8 del Correo Militar-Industrial (27-2-2013) que contenía algunas reflexiones muy interesantes sobre la guerra moderna, observando: en el siglo XXI se tiende a difuminar la distinción entre guerra y paz. Las guerras ya no se declaran y una vez iniciadas ya no siguen el patrón al que estábamos acostumbrados. Y de nuevo: el uso manifiesto de la fuerza, a menudo bajo la apariencia de mantenimiento de la paz o gestión de la crisis, sólo se utiliza hasta cierto punto, principalmente para lograr el éxito final en el conflicto.

De hecho, sólo hay guerras no declaradas, pero no por ello menos sangrientas. Junto al fantasma de la bomba atómica (tal vez sólo táctica en una siniestra mediación filológica), los misiles y las defensas para neutralizarlos, los tanques y los bombarderos de gran altitud, el combate gira en torno a los cuerpos, unos frente a otros uniformados, o a tantos civiles indefensos que esperan la muerte. Pero en Ucrania, el avión no tripulado ha ganado protagonismo, no el grande, sino el pequeño, barato y maniobrable. Un medio destinado a un uso cada vez más masivo, que introduce un elemento inesperado, a veces sorprendente, en el enfrentamiento cotidiano.

Un misil, además, a menudo interceptado en vuelo, cuesta decenas de millones; hace poco Ali Baba vendió (nadie sabe a quién) por 57.000 dólares un UAU H250 de ala fija, apto para uso militar (luego se disculparon). Sin embargo, por sólo 179,99 dólares se puede comprar en Amazon el Potensik 2.7K, con 60 minutos de autonomía, aparentemente inofensivo, pero (como los revólveres de juguete) modificable por manos expertas. Bandas de mercenarios pueden participar en guerras no declaradas con armamento de bajo coste; es un hecho, y nuevo. Jóvenes técnicos ucranianos, en talleres semi-artesanales, utilizando alta tecnología, han creado un software que convierte un dron de fabricación turca, el Bayraktar TB2, en un arma eficaz contra los rusos. Ahora, una variada industria bélica nacional, como Aerozozvidka, del coronel Yaroslav Honchar, funciona a pleno rendimiento, incapaz de satisfacer la creciente demanda. Los drones ucranianos utilizan radares e inteligencia artificial suministrados por la estadounidense Forte Technologies, y son una fuente de crecientes beneficios; el dron UJ22 Airborne (propulsado por hélice y gasolina) tiene una autonomía de 800 kilómetros, alcanza los 120 km/h, mide 3 metros de largo, pesa sólo 85 kg, es barato y puede transportarse fácilmente en una furgoneta. Por 50 mil dólares, también se puede comprar el Bober (castor) ucraniano, de velocidad 200 km/h; lleva una discreta carga explosiva y no es fácil de interceptar por su ruta modificable a distancia.

Los rusos, tras los primeros golpes sufridos, aprendieron rápidamente la lección bajo el fuego enemigo y prepararon su respuesta. Irán suministró el avión no tripulado Shahed-136 (Testigo 136), disponible en grandes cantidades, a buen precio (probablemente mucho menos que los 50.000 dólares básicos, pagados quizá en oro, anulando en cualquier caso las sanciones); se trata de un modelo antiguo ya probado con éxito por combatientes talibanes y ahora, en el Mar Rojo, también por militantes Houthi. Con un ala delta de unos 2,5 metros, pesa 200 kg, alcanza 185 km/h, basta una camioneta para transportarlo, lleva un motor de 4 cilindros copiado del alemán Limbach, y se puede manejar a distancia con una simple tarjeta SIM de teléfono móvil 4G. Irán ha abierto una fábrica de drones en Tayikistán, tienen pedidos de todos los frentes del mundo. El examen de un Shahed derribado revela las contradicciones de la economía de guerra mundial: procesador estadounidense, bomba anglo-polaca, convertidor chino.

Desde noviembre de 2023, ha evolucionado hacia el modelo Shahed-238, un turbo difícil de interceptar, pero con el inconveniente de ser mucho más caro y, además, expuesto a los misiles que lo rastrean. Después llegó el nuevo Lancet 3, fabricado por el legendario Kalashnikov, con motor eléctrico (que impide la detección acústica y térmica) pero con un alcance limitado (sólo 80 kilómetros). La elección del mando político-militar ruso fue finalmente producir en casa una especie de Shahed nacional, llamado Geran 2, más eficaz que el original gracias a la aplicación de tecnologías occidentales (y metralla de tungsteno en la ojiva). La fábrica de Alabuga (Tatarstán), inaugurada en julio de 2023, emplea ya a 2400 trabajadores; para el verano de 2025 (dentro de menos de un año) seis mil drones estarán listos, a bajo coste, para ser lanzados, en tandas de 5, revoloteando como mariposas sin líneas rectas, dirigidos contra posiciones ucranianas. Una vez más, el análisis del producto desvela los velos, las contradicciones del mercado global emergen: el Geran 2 producido en Rusia, bajo licencia iraní, contiene 55 piezas estadounidenses, 15 chinas, 13 suizas y 6 japonesas. En cualquier caso, ¡se trata de un negocio de proporciones extraordinarias!

Hace sólo diez años, los drones con fines ofensivos, y no sólo de reconocimiento, se producían por centenares, no por millares; Alabuga marca un cambio de ritmo destinado a modificar la forma de hacer la guerra. Una guerra no declarada pero potencialmente generalizada, casi endémica. El dron transportable desarrollado en laboratorios ucranianos e iraníes, independientemente de la diferencia de modelo, una vez producido en serie, es capaz de eliminar las restricciones tradicionales, de saltarse los límites de la acción; impone lo inesperado, establece las condiciones para una dialéctica fuerza/sorpresa que se traduce inevitablemente en innovación bélica. Veremos qué repercusiones tendrá en los demás focos, incluida Palestina; no se puede controlar cada terrón de tierra, cada asentamiento, cada vida humana.

Macron amenaza a Rusia con una intervención militar; de momento, a pesar de la bomba nuclear en los almacenes, le han echado de Níger. Hace unos días, Biden también se marchó en silencio, tras el aviso de desalojo y la llegada de Wagner. Junto a rusos e iraníes, autócratas afines al gobierno instalado con el golpe antioccidental, sólo queda una pequeña patrulla italiana, al mando del general Figliuolo, el Covid. ¡Cuesta entender para qué! Níger es cuatro veces más grande que Italia, pero sólo tiene 26 millones de habitantes y la tasa de natalidad más alta del mundo (6,82 por mujer), una población muy joven con un arraigado hábito de lucha y muchas ganas de futuro. Detener el flujo de migrantes del Sahel hacia Europa, a pesar de los gritos neopapinistas de Matteo Salvini y Giorgia Meloni, no parece algo fácil de conseguir en la práctica. De hecho, el número de desembarcos, procedentes de Sudán y de los países del G5, no muestra signos de disminuir. Pero los aprendices de brujo, instalados en los gobiernos europeos, siguen provocando, sin reflexionar nunca realmente sobre el sentido sustancial de la guerra y de la paz.

The scene dissolves, is succeded by a grinning gap, a growth of nothing pervaded by vaguerness (La escena se disuelve, le sucede un vacío sonriente, un crecimiento de la nada impregnado de vaguedad).

Publicado en EFFIMERA, el 13 de mayo de 2024 (original en italiano)

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